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Antonio Papell

Cataluña, al fondo

Bajo el griterío de las gestiones encaminadas a la formación del nuevo gobierno, se mantiene intacto el conflicto catalán, modulado por la retirada de Artur Mas y por la llegada en su lugar de un personaje aparentemente más flexible y, desde luego, sin las hipotecas ideológicas y de toda índole de su predecesor.

El nuevo presidente de la Generalitat, Puigdemont, no ha logrado salir de la vorágine en que tuvo lugar su propia designación, pero se han atisbado signos que, a la par que revelan cierta incomodidad por el prefabricado corsé gubernamental y parlamentario en que ha tenido que instalarse, dan a entender una clara predisposición hacia el aterrizaje del vuelo independentista en una pista de razonabilidad y serenidad que debería ser habilitada por el Gobierno de la nación. Con las debidas cautelas pero con cierta audacia.

Dicho en otros términos, Puigdemont y un importante colectivo de la antigua CiU estarían deseando encontrar un asidero en Madrid que les permitiera salvar relativamente la cara, que les sacase del atolladero impracticable de la pretensión de declarar la independencia a las bravas, y que resolviera los principales asuntos pendientes de la relación entre Cataluña y el Estado cuya putrefacción ha contribuido a enrarecer el ambiente hasta los extremos actuales.

El presidente de la comunidad vasca, Íñigo Urkullu, del PNV y amigo de los nacionalistas catalanes, en entrevista concedida a Luis Rodríguez Aizpeolea, acaba de hacer referencia al 'derecho a decidir', un concepto surgido en Cataluña que ahora maneja también Euskadi, y dice textualmente: "Hay que desterrar del imaginario de muchos políticos que la consulta es para la independencia. No. La consulta puede asociarse a la pregunta pactada. Estamos planteando en el Parlamento vasco un acuerdo sobre un nuevo estatus (reforma del Estatuto) y que se vote su ratificación, quizás con previa consulta a las Cortes". En otro lugar, y por si hubiera dudas, Urkullu manifiesta que "Carles Puigdemont levanta el pie del acelerador para gestionar la busqueda de un entendimiento con el Gobierno quyrpara gestioanr la bs de tierras catalanas. úsqueda de un entendimiento con el Gobierno que no ha sido posible con Rajoy". Y a la pregunta de si cree que una mano tendida del Gobierno central podría reconducir el proceso independentista", responde: "Estoy seguro. Quienes plantearon el 27-S como plebiscito no alcanzaron la mayoría. La sociedad catalana está dividida en dos mitades y hace necesaria la negociación. Estoy seguro de que si desde el Gobierno central hubiera una disposición al diálogo, el proceso podría reconducirse de modo más razonable".

Urkullu no habla seguramente a humo de pajas ya que mantiene una relación fluida con las corrientes soberanistas de Cataluña. Y aunque no es razonable pensar que los demás hemos entendido mal cuando los catalanes hablan de "derecho a decidir", parece claro que sus afirmaciones conciliadoras se basan en sugerencias llegadas de tierras catalanas. Urkullu afirma, además, que lo más alarmante de Cataluña es que "movimientos sociales sin responsabilidad política condicionan a los partidos que tenemos que rendir cuentas a la sociedad. Es delicado confundir democracia representativa con participativa". Resulta reconfortante escuchar estas cosas de un líder nacionalista.

Esta es la situación, y para abordarla y resolverla, sólo falta dar un paso nada sencillo: formar gobierno en Madrid y que el líder que resulte investido tenga la sensibilidad suficiente para generar un consenso capaz de aproximarse al conflicto catalán con buena voluntad y capacidad de pulsar las fibras precisas. El hecho obvio de que Puigdemont no sea Mas y no esté por lo tanto lastrado por el derroche de sectarismos que venimos de vivir es un elemento esperanzador en la busquedad unao lastrado por el derrche de sectarismos que venimos de vivir es un elemento esperanzador en la bracia representativúsqueda de una solución.

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