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¿Neofeminismo?

Aunque escribe en 2010, cuando los derechos de la mujer parecen más que garantizados, Walter coincide en algunos aspectos con Laffitte. Sobre todo, en el papel opresor de la sociedad. Su denuncia documentada y a pie de obra empieza por las jugueterías. Tras el tsunami en rose de las princesas Disney, hoy las niñas llegan a las Bratz: un ideal "que parece una meretriz desvergonzada, representado en un millar de figuritas que te hacen morritos". La Barbie, recuerda Walter, disgustaba a las feministas de los 70 por sus grandes pechos y sus rasgos perfectos, pero también venía con traje de piloto, médico o astronauta. El equipo de las Bratz, en cambio, "está diseñado para ir de discotecas y de compras y consiste en un surtido de plumas y medias de red, tops ombligueros y minifaldas"; representa a una cultura hipersexualizada que "anima a las mujeres jóvenes a ver el atractivo sexual como su principal pasaporte hacia el éxito". Curioso, afirma Walter, que se venda "como demostración del creciente poder y la mayor libertad de las mujeres" el "renacimiento de los posados en topless", en lugar de verlo como "indicador de la persistencia del sexismo".

En este mundo global de internet, smartphones y redes sociales, las alarmas de regresión en el feminismo adquieren proporciones colosales. El patriarcado social sigue imponiendo sus reglas, troquelando un modelo acorde con sus deseos igual que en el XIX lo hizo con el "ángel del hogar". Lo peor, como entonces, es que el virus contagia a muchas mujeres. Convendría mantenerse alerta.

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