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Llorenç Riera

Agresión y muerte en el ámbito familiar

Corremos el peligro de acostumbrarnos a la barbarie, el drama y los hechos irreversibles cuantificados en pérdidas de vida irreparables y en desgarros familiares. Es la consecuencia de la reiteración, cada vez más frecuente, de la violencia machista provocada por el instinto de unos hombres que llegan a perder por completo su condición humana.

Todavía no ha acabado el mes de enero y, si se confirma el último caso, en 2016 ya se han producido en España nada menos que 7 muertes por violencia de género. ¿Qué está pasando? Deberemos planteárnoslo con seriedad todos, autoridades, fuerzas policiales y el conjunto de la sociedad, para poder actuar en consecuencia y de modo eficaz

Resulta obvio, desde la serenidad y el sentido común, que este goteo, esta lacra fatal, no puede seguir. Algunos expertos y analistas han apuntado ya que estamos ante un verdadero problema de Estado que debe ser entendido y afrontado como tal. Si un día la realidad y la necesidad impusieron un pacto antiterrorista por parte de las fuerzas políticas y sociales, es muy probable que ahora haya llegado el momento del pacto semejante en contra de la violencia de género.

Ha ingresado en prisión el hombre de nacionalidad británica detenido el sábado en Calvià después de haber confesado que había matado a su mujer estrangulándola con el cable de un cargador de teléfono. La Ertzaintza investiga la muerte de una mujer en Bilbao al precipitarse por una ventana y hallar después a su pareja con un cuchillo clavado en el estómago. Ayer mismo, otro varón lanzó a una niña de 17 meses por la ventana y agredió a su mujer. Ni en las más descerebradas películas de sadismo y terror ocurren estas cosas. Pero en la vida real, si. No hay insensibilidad social ante tales crímenes abominables. Se suceden las declaraciones, institucionales y políticas, cada vez que una mujer es asesinada. También se producen concentraciones de rechazo al agresor y apoyo a las victimas. Está muy bien, pero es evidente que también resulta insuficiente. Algunos expertos llegan a apuntar incluso el efecto de estímulo para agresores potenciales que pueden llegar a tener el conocimiento de crímenes cometidos y las acciones de apoyo a las víctimas. Es un apartado que debe ser explorado con mayor profundidad porque de él se pueden extraer conclusiones interesantes y claras pistas de actuación.

¿Por qué ocurren tantos crímenes de género? Detrás de ellos se amaga mucha ruptura de estructura familiar, demasiado miedo, sobrado silencio y pérdida absoluta de valores esenciales. Sin duda, la crisis económica, el paro, la falta de radicación, la paradoja de las soledades entre la masificación social y la deformación cultural que sitúa en la mente del varón a la mujer como propiedad personal, tienen mucho que ver con todo ello. Pero, por supuesto, nada, absolutamente nada puede encaminar a causar la muerte de la mujer o la expareja. El hecho es que no hemos dado con el camino adecuado para prevenir y evitar estas tragedias.

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