Por encima de los principios de cualquier partido, debe y debería primar el interés nacional. Pero no, en España preferimos el odio y la destrucción del prójimo antes que el fin común. Prueba de ello es que estamos ya planteando un posible escenario de nuevas elecciones generales. No nos ponemos de acuerdo. La radicalización del PSOE para aproximarse a sus probables socios ERC, Democràcia i Llibertat y Podemos pone en peligro la estabilidad económica de España y, muy probablemente, provoque la huida de inversores extranjeros en España y en Cataluña. Ante un Sánchez cuyo único cometido (y así lo manifestó en los debates) era derogar lo que había aprobado el PP en esta pasada legislatura, ya fuere en temas de educación, reforma laboral, ayudas sociales, etc, unido a lo que promete ahora para acercarse a Puigdemont y sus secuaces en Cataluña, a Iglesias y sus diputados de circo en el Congreso, el riesgo a perder todo lo que con tanto esfuerzo han hecho los españoles estos últimos cuatro años es más que una realidad.

Pero una cosa no quita la otra: Rajoy tiene ante sí mismo una nueva España, la que se deriva de no haberse esforzado en lograr el suficiente consenso y diálogo tras una mayoría absoluta: Cataluña se rompe en pedazos, la izquierda radical sube como la espuma y ya los tenemos en el Congreso. Recuerdo muy bien cuando Rajoy respondió ante las acusaciones de "no nos representan" del movimiento 15M: en primer lugar, acuérdense los lectores, que la Guardia Civil tenía órdenes de despejar la Puerta del Sol y querían disolver esa manifestación civil por haber superado los plazos establecidos del derecho constitucional de manifestación y por ocupar un espacio público. Y, en segundo lugar, Rajoy dijo textualmente ante el éxito del 15M: "Si quieren los manifestantes del 15M cambiar España, que creen un partido político y se presenten al Congreso". Pues bien señor Rajoy, ya ha llegado el momento y aquí están. Se llama Podemos, y están aquí para quedarse. Es importante destacar, que la presencia de diputados con rastas y bebés en el brazo es una realidad de un público que existe en nuestro país que, guste o no, ahora tendrá voz en el Congreso. De esta manera, ya no podrán decir "no nos representan". Sin embargo, una cosa es obtener representación nacional y otra cosa es que gobiernen los extremismos encabezados por el PSOE de Sánchez.

Por otro lado, el ascenso de Podemos será imparable siempre y cuando los que gobiernan, ya sean del PP o del PSOE sigan lucrándose con sus cargos públicos. Vivimos con más casos de corrupción que nunca: las tarjetas black, Blesa y Rato, casos ERE, Granados en prisión, Bárcenas quiere tirar de la manta (el PP ya tiembla), Jordi Pujol haciendo lo mismo, pero yendo más allá, amenzando a la Corona con desvelar las comisiones extraoficiales que recibía presuntamente el anterior jefe del Estado en sus viajes a los Emiratos Árabes, Qatar, etc., y no olvidemos que todas las amistades del rey emérito Juan Carlos, en sus buenos tiempos, acabaron en prisión, como Mario Conde, Manuel de Prado y Colón de Carvajal, Javier de la Rosa, los Albertos condenados e indultados... Qué casualidad. El rey era inviolable según la Constitución, pero con la caída a los infiernos de querida hija la infanta Cristina y su marido Urdangarin se aprecia cierto conocimiento de la Casa Real en negocios presuntamente ilícitos. ¿Era Urdangarin un escudo de don Juan Carlos? Nunca se sabrá, pero lo que es innegable es que cada sesión judicial en la Audiencia de Palma de Mallorca del caso Nóos mueve los cimientos de la Corona y el nuevo rey Felipe VI no sabe ya dónde esconderse, porque le afecta de lleno, no en cuanto a la responsabilidad directa, pero sí en la desconfianza que genera la más alta institución del Estado en los ciudadanos. Ya no se sabe si es mejor una monarquía constitucional o una república. Tal vez estemos ante el principio del fin.

La nueva España está aquí y, con elecciones o no, Rajoy, precisamente por haber sido el presidente del Gobierno, es el que debe hacer una reflexión y acercarse al PSOE cruzando todas las líneas rojas del mismo código del PP para conseguir un pacto PP-PSOE que genere estabilidad en España. Grandes reformas estructurales necesita el Estado y, para devolver la confianza en los ciudadanos, hay que llegar al acuerdo, sea como sea. Visto el mapa actual, también deben considerar que ha llegado el momento de sentarse otra vez como en 1975-1978 y volver a unir fuerzas políticas para la nueva España que tenemos ante nosotros en el Congreso. De lo contrario, España podría perder peso económico internacional por la inseguridad jurídica que ello genera, y los inversores quieren estabilidad. Estamos ante la nueva España.

(*) Economista, auditor y censor jurado de cuentas