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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

El sexo de los Reyes Magos

Reservo tradicionalmente mi artículo de estas fechas para prohibir que se siga saludando con un "feliz año", cuando estamos a las puertas de febrero

Reservo tradicionalmente mi artículo de estas fechas para prohibir que se siga saludando con un "feliz año", cuando estamos a las puertas de febrero. Sin embargo, todo puede empeorar, y en 2016 hay que zanjar la interminable polémica de los Reyes Magos. A falta de determinar si la obsesión por el sexo de sus majestades es un ejercicio de bizantinismo autodestructor, según sostiene nada menos que el Financial Times, o una prueba de que la situación española es desesperada pero no grave, queda establecido que el ser humano es un animal monárquico por naturaleza. O por contagio.

Incluso la carnicería entre olés de los toros bravos aporta mayor enjundia para una polémica que los asexuados Magos de Oriente, disfrazados de cabaret mucho antes de que reinara Manuela Carmena. En vísperas de las redes sociales, se hubiera decretado la enfermedad irreversible de un país que se enfanga en una discusión sobre los monarcas de opereta. Gracias al milagro de Twitter, hay que sumarse con entusiasmo a la sexualidad de los Reyes y sus monturas. En la línea dominante, por supuesto, para evitar la lapidación. Añoraremos los tiempos en que internet se concentraba en la pornografía explícita.

La letanía de que nos han defraudado todos los Reyes con la salvedad de los Magos se ha quedado sin excepción. En Mallorca se ha llegado al extremo de destituir al Rey de una Cabalgata, que se negó a entregar regalos a un ciudadano. En principio, la selectividad en los obsequios definía al festejo. No queda claro si se discute sobre lo ínfimo porque la revolución empieza desde la base, o si el folklorismo funciona como un dique para evitar el abordaje de los asuntos esenciales. Nunca se me hubiera ocurrido que los tres mitómanos perseguidores de la estrella tuvieran un género concreto, ni siquiera tomando en consideración la obsesión del episcopado con el sexo. Los contendientes menosprecian a un país más maduro que sus portaestandartes académicos o electrónicos, y que no se sorprende si Caperucita Roja es interpretada por un varón. A quien acosa oportunamente la loba feroz. Además, las Magas sentirán debilidad por los niños malos.

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