Las mayores tensiones políticas del momento (como la independentista, o la nueva dialéctica de la izquierda emergente) tendrían una vía de descarga si se abriera, con franqueza, una reforma de la Constitución. La agenda de esa reforma debería incorporar todas las propuestas de los partidos, sin dejar una, y luego los integrantes de la comisión que se formara irían descartando temas o estableciendo prioridades. Quiero decir con lo anterior que el hecho mismo de abrir el proceso sería un gran paso, al crear un foro institucional al que se trasladarían muchas de las cuestiones que hoy tensan la vida política. Si Rajoy (como dice) está al fin dispuesto a una reforma, si Sánchez hace de ella un estandarte, pero sin concretar, si Podemos la empuja, si Ciudadanos quiere cambiar tantas cosas, caramba, abramos el melón de la Constitución y sepamos de una vez lo que cada uno tiene en su propio melón.
