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Rastas en el Congreso

La fotografía de diputado tinerfeño Alberto Rodríguez, ataviado con rastas, pasando por delante del presidente del Gobierno en funciones, quien lo mira con estupor, como si estuviera viendo a un extraterrestre, ha servido para abrir varios diarios, y es quizá el testimonio gráfico más expresivo del cambio estético producido este pasado 20 de diciembre en la política española.

Ha sido muy comentada la intervención sobre el particular de la popular Celia Villalobos, quien mantiene su vicepresidencia en la mesa del Congreso, y quien, preguntada por el particular, ha sacado los pies del tiesto y ha dicho textualmente: 'me da igual que lleven rastas, pero que las lleven limpias para no pegarme piojos'.

La ofensa, totalmente gratuita, no venía a cuento porque ante todo Alberto Rodríguez, técnico superior en Ingeniería Ambiental y diputado por la provincia tinerfeña con casi cien mil votos, es un representante de la soberanía popular. Por lo que ha sido muy certera la respuesta que Errejón ha dado a Villalobos, que quizá no haya llegado al lector: "Lo que lastra la higiene de un grupo parlamentario son las sospechas de corrupción, no que haya gente que vista diferente". Tiene toda la razón.

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