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Cuaderna

Responsabilidad y prudencia

Los resultados electorales del 20D han dejado a España en un cruce de caminos. Hoy, al igual que ocurrió en 1975, España necesita acertar en la elección de la ruta a seguir para afrontar un futuro, no exento de dificultades, con garantía de éxito. Es necesario que afirmemos lo que somos, solo así podemos construir nuestro porvenir con bases sólidas y para hacerlo no queda más alternativa que posponer los intereses de partido al interés general de la sociedad. No podemos fallar.

Los políticos deben ser plenamente conscientes que les ha tocado vivir una hora histórica y que de ellos va a depender que España siga por la senda del desarrollo, el crecimiento y la paz social entre ciudadanos y regiones; de lo contrario, abocarán a España hacia un callejón sin salida, repleto de incertidumbres, divisiones y decrecimiento. Hará falta mucho dialogo, generosidad, responsabilidad y mucho, pero mucho, sentido común. Estamos obligados a encontrar una solución duradera en el tiempo, tal como se encontró después de la muerte del general Franco.

Hoy, igual que ayer, las preguntas claves siguen siendo las mismas que se tuvieron que responder en 1975: ¿a dónde vamos? ¿Qué camino tomar? ¿Reforma o ruptura? Ya sé; no es la primera vez que España se encuentra frente a este cruce de caminos. Para ello se hace vital que tomemos la historia como maestra de enseñanzas; y es que del acierto o no del camino elegido va nuestra supervivencia como nación, eso sí, de nacionalidades y regiones, tal como proclama la constitución del 78.

Hoy nadie cuestiona el gran cambio, a positivo, experimentado por España desde la aprobación de nuestra carta magna, como fuente de convivencia, reconciliación, libertad y fundamento del Estado democrático y de derecho. Lo repito nuevamente, no podemos equivocarnos en este nuevo tiempo. Y es que hace falta dar un nuevo impulso a nuestra democracia y poner al día nuestra Constitución, en elementos tan básicos como la reforma del Senado, la ley electoral, la consolidación del estado de bienestar, el cierre definitivo del proceso autonómico, la reforma de la Administración, la definitiva separación de poderes, y un largo etcétera.

Por otra parte hay que apostar, de una vez por todas, por un nuevo sistema de financiación autonómica, haciendo efectivo el principio de solidaridad, subsidiaridad y equilibrio interterritorial; eso sí, sin privilegios, que lo único que hacen es dividir a las personas en ciudadanos de primera o ciudadanos de segunda, en función de la comunidad autónoma en que uno viva. De igual modo ha llegado la hora de apostar por un gran pacto educativo que dé estabilidad y durabilidad a nuestro sistema de formación, más allá del criterio partidista del gobierno de turno.

Tenemos una sociedad dinámica y moderna, que no se puede permitir dar marcha atrás en los logros conseguidos. No despreciemos lo que ya tenemos, como si el camino andado no hubiera servido para nada. Quienes lo hacen, o no saben de dónde vienen, o no conocen el coste de lucha librado para conseguir una democracia plena; o lo que es peor, su única voluntad es la de destruir y no la de construir. Está claro que debemos continuar luchando por la mejora y perfeccionamiento de nuestra democracia. Está claro que solo con un espíritu abierto de continuidad y reforma seguiremos progresando ondeando la bandera de la libertad y la convivencia de todos y entre todos.

Lo que realmente me preocupa es la dinámica que hace unos años se ha ido instalando en ciertos sectores de la sociedad española de división social que recuerda, por desgracia, lo ya vivido en España en la época de la Segunda República y posterior Guerra Civil. Afortunadamente no estamos en los años treinta y por tanto no hay similitud, en relación al enfrentamiento social, pero sí quiero advertir que utilizar el lenguaje perverso de división de las personas en derechas o izquierdas, conservadores o progresistas, con el único propósito de despreciar e incluso anular al adversario, es cuando menos perverso, por no decir suicida.

En definitiva, sin en el año 1975 fuimos capaces de superar nuestra división secular, debemos serlo también ahora. El pueblo español lo necesita y lo reclama. Por ello los partidos deben asumir la responsabilidad de hacer del diálogo y del acuerdo su hoja de ruta. Unicamente así podemos afrontar la reforma política y social que necesita España; porque en el momento actual España es lo importante. Pues eso, responsabilidad y prudencia.

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