Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Bocadillos de lomo

Los políticos comenzaron a preocuparse por el modo de contar la realidad cuando la realidad estaba ya hecha un asco. Descubrieron muy tarde la importancia del relato.

-No comunicamos bien lo que hacemos -se lamentaban.

Lo que hacían se comunicaba por sí solo. A lo más que podían aspirar era a suavizarlo con una buena historia. Pero no hubo relato balsámico cuando se recortaron las ayudas a la sanidad o a la educación, ni cuando se dejó caer a los dependientes, ni cuando se encogieron las becas, ni cuando empezaron a contratar a nuestros jóvenes por siete horas al mes, ni cuando el "despido en diferido" de Bárcenas, ni cuando el "Luis, sé fuerte" de Rajoy, ni cuando la Ley Mordaza, ni cuando se destruyeron los discos duros tras los que andaba la policía, ni cuando colocaron en el número cuatro de las listas a Irene Lozano y a Eduardo Madina en el siete. Lo comprendemos. Hay relatos imposibles de construir o que se vuelven contra quienes los pronuncian. Durante la celebración de la última Pascua Militar, el Rey pronunció un discurso en el que no incluyó ninguna alusión a la situación política. Al día siguiente, los titulares de casi todos los periódicos subrayaron esta ausencia. El público escuchó y anotó lo que no se dijo porque lo dicho carecía de sustancia.

El escenario político y económico en el que nos encontramos ahora hace prácticamente imposible el relato sedante. Cuando, en efecto, la vicepresidenta del Gobierno ha de contestar en rueda de prensa a una pregunta sobre el traje de los Reyes Magos en la cabalgata de Madrid, significa que el guirigay resulta difícil de ordenar. Haría falta contratar a uno de esos genios de las series de televisión norteamericanas en cuyo primer capítulo ya introducen, sin que nos demos cuenta, un asunto completamente inverosímil. Propongo a J. J. Abrams, el director de Perdidos, que tuvo encandilado a medio mundo durante varias temporadas con un argumento que no iba a ningún sitio. Cuando la realidad se pone excesiva, su relato debe estar a la altura. Ahora que empieza a aparecer la palabra patria en el discurso de nuestros próceres, alguien debería aminorar la capacidad explosiva del término refiriéndose a la importancia de los bocadillos de lomo.

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