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José Carlos Llop

Líneas rojas

Al día siguiente de ganar Bauzá las elecciones autonómicas vade retro y toco madera no sea vuelva, me encontré un tanga rojo tirado en el asfalto de la calle Berengario de Tornamira. Era muy a primera hora de la mañana creo que ya lo conté en otra ocasión y me dirigía al trabajo. Mientras esquivaba tan mínima prenda pisarla hubiera estado mal, pensé en el entusiasmo de alguna militante del PP la madrugada de la victoria: incluso le puse cara a la portadora anónima de aquel tanga. Después empecé a pensar en la ropa interior de color rojo, que es un territorio que no he frecuentado y por el que nunca he sentido especial interés. Pero observo que cuando llega la Navidad los escaparates del ramo se llenan de bodies, ligueros, tangas y sujetadores de estridente color Papá Noel. Y creo que la tradición festiva o la superstición festiva aconseja llevar alguna prenda roja la noche de fin de año, para entrar en el siguiente con mejor suerte.

Algo así debe de haber influido en nuestros políticos, sospecho. Desde que se celebraron las recientes elecciones, coincidiendo casi con las Navidades, sólo les oímos hablar de líneas rojas. Las enuncian ellos y las escriben los periodistas. Líneas rojas por aquí, líneas rojas por allá, líneas rojas por acullá. Todo son líneas rojas ahora y me pregunto si existe una relación secreta o morbosa entre la ropa interior navideña y el acto de cruzar o no cruzar dichas líneas rojas. ¿Qué tienen en la cabeza cuando hablan o escriben de líneas rojas? ¿Un tanga como el de Berengario de Tornamira o un body para regalar? ¿Por qué se repiten tanto? Cuando afirman que no van a cruzar esas misteriosas líneas rojas, ¿se mueren de ganas de hacerlo, o la sola idea les causa urticaria? Su declaración: ¿es un acto de firmeza política o bravuconería simplona? ¿Debemos suponer que los soberanistas llevan ropa interior roja y los otros no y a Sánchez & Co eso les pone? Lo digo porque no paran. Entre "no cruzar las líneas rojas", el "ha venido para quedarse" y el "bueno no, lo siguiente", su riqueza léxica está superando todos los mediocres récords anteriores.

O sea que si usted no sabe qué ocurre con su país, o dónde se encuentra, o qué va a pasar con él una enfermedad extendida piense en líneas rojas y quizá pueda centrarse y aparcar tanto desasosiego. Las líneas rojas eran las que dibujábamos en los mapas para separar España de Francia y a ésta de Alemania y a Alemania de Polonia. Las líneas rojas eran las fronteras cuando no existía el tratado de Schengen, cada vez más menguado y en peligro, por cierto. Las líneas rojas venían en el Atlas y proporcionaban la seguridad de lo estático o la claustrofobia de lo cerrado, según el día. Ahora las líneas rojas cruzan el espacio nacional, o plurinacional, o cósmico carpetovetónico, con la intensidad de las ondas del wifi y la telefonía celular, que nos atraviesan allá donde vayamos, convirtiéndonos en sebastianes y en opositores al cáncer, por mucho que nos digan lo contrario. La pregunta es consecuente: ¿cruzarán las líneas rojas que dicen no van a cruzar?

He citado a 'Sebastiane', que no es otro que San Sebastián, que sí cruzó las líneas rojas de su época al renegar del paganismo y esto le costó la vida. Si San Sebastián fue un decurión o un centurión romano, debajo de la coraza llevaba una camisola roja que las flechas de su martirio cruzaron aquí y allá. San Sebastián es el patrón de Palma una ciudad friendly y uno de los patrones de los gays. Por lo menos lo era en mi juventud. A mediados de los 70, Lindsay Kemp, el teatrero que representaría Flowers basada en una obra de Jean Genet, hizo también un Sebastiane muy loca y barroca, que a menudo son sinónimos. A Kemp le gustaba cruzar las líneas rojas, pero las cruzaba de verdad. En cambio en el ayuntamiento de Palma han decidido no incluir en el programa oficial la misa catedralicia de celebración del patrono de la ciudad, lo que ha mosqueado al Obispado que en los últimos tiempos está que se sale y ha dividido a los concejales del Pacte. Quizá piensen que están cruzando otra línea roja: llevamos tantas, que ya las vemos palidecer, pero yo de ellos no iría por ahí ofendiendo a San Sebastián, que hace siglos nos salvó de la peste y no están los tiempos como para despreciar cosas así. Con los del Estado Islámico al otro lado del mar y la vidente que predijo el 11S y el tsunami de Pukett, avisando de que en el 2016 los almorávides someten Europa a una gran escabechina.

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