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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

De la necesidad, virtud

Los diferentes analistas acostumbran a valorar los resultados electorales expresándolos como la voluntad de un sujeto político llamado pueblo. Así, suele decirse: "la voluntad del pueblo es que gobierne el partido A, o el B"; o bien "la voluntad del pueblo es que se dé el pacto entre el partido A y el partido B". Todo esto no es sino falsedad; la palabra pueblo es una abstracción que no existe en el mundo real. No existe ningún sujeto político que represente a la totalidad del colectivo con manifiesta voluntad de poder. Existen ciudadanos que votan a un partido, por razones que solamente se pueden esclarecer de forma aproximada por estudios sociológicos: para que gobierne uno; para impedir que gobierne otro; porque es la tradición familiar; porque se está emocionalmente ligado a uno; porque hay un líder que arrastra; porque posibilita un empleo público; porque su programa satisface, por rencor, etc. Y son los resultados electorales los que nos arrastran, los que determinan las opciones de gobierno posibles, más allá de la voluntad individual de cada uno de los votantes, de la voluntad de los votantes de cada partido, más allá de las preferencias de los partidos.

Ya he comentado en anteriores artículos que siendo el PSOE el partido que ocupa una posición central con sus 90 diputados, no veía posible sino dos alternativas: la de posibilitar una gran coalición con el PP y quizá con Ciudadanos y la de forzar la repetición de las elecciones generales en mayo o junio. Un gobierno de centro izquierda es imposible pues ya ha dicho Rivera que nunca participará en un gobierno con PSOE y Podemos. En ningún momento he podido vislumbrar la posibilidad de un gobierno de izquierdas por la sencilla razón de que los números electorales no dan para una combinación de este calibre. PSOE más Podemos alcanzan 159 diputados. Se les podrían añadir los 6 del PNV y quizá los 2 de IU. En total se llegaría a 167 diputados a confrontar con los 172 que suman PP y C's. Insuficientes. A no ser que se sumaran a este proyecto o aportaran sus votos sin más tanto la ERC de Junqueras como la DiL de Mas, en este caso sumarían 184 diputados. Es una posibilidad muy improbable pues significa la alianza por activa o por pasiva, no ya con la vetada por el comité federal del PSOE, con Podemos, por la exigencia de éstos de referéndum consultivo en Cataluña, sino con los independentistas catalanes.

Socialistas como Pérez Tapias propugnan esta solución para desarrollar una propuesta federalista que contemple pasar del Estado autonómico a un Estado plurinacional que, fracasada la declaración unilateral de independencia catalana podría ser un mal menor susceptible de ser apoyada por los independentistas. Dice Pérez Tapias: "Hay que pensar en la pesadilla de que siga gobernando la derecha y en el bloqueo que supone negarse a un referéndum que, siendo consultivo para impulsar una reforma constitucional, no hay que identificar con un referéndum de autodeterminación al final de un proceso en el que no haya más que independencia sí o no." Independientemente de la frivolidad que supone la convocatoria de un referéndum no vinculante como precedente (a ver quien se atreve a convocar un referéndum de esta naturaleza para después actuar en sentido contrario al voto, independientemente de que sería necesario primero cambiar la Constitución), es del todo una verdadera ensoñación pensar que el PP con sus 117 diputados de minoría de bloqueo vaya a facilitar estas reformas constitucionales. Independientemente de que tal multipartito parlamentario-gubernamental rememora la inestabilidad, la parálisis y la nefasta gestión de los multipartitos presididos por Maragall y Montilla en Cataluña y por Antich de Balears (basta recordar la posición contraria a la política de la UE de Podemos), no existe ninguna posibilidad de reformas constitucionales sin el PP. Circunstancia que previsiblemente se consolidará en caso de nuevas elecciones.

Ante las últimas propuestas de gran pacto de gobernabilidad de Rajoy, abierto a una reforma constitucional, el PSOE ha reiterado a través de su portavoz Antonio Hernando su negativa rotunda: "Que deje de hablar de grandes coaliciones con el PSOE. No es no". "No va a haber ni grandes coaliciones ni pequeñas coaliciones ni coaliciones mediopensionistas". "Los socialistas no tienen derecho a tirar la toalla ni a abdicar de sus responsabilidades". Yo comprendo que a los afiliados al PSOE pueda repugnarles pactar con un partido como el PP infestado de corrupción, presidido por un señor como Rajoy que ha cobrado sobresueldos, ha contemporizado con el corrupto Bárcenas y ha mentido reiteradamente y de forma consciente a los ciudadanos para obtener votos. Pero el PSOE no puede alardear de lo contrario después del escándalo de los Eres y de los cursos de formación en Andalucía. Una de las cosas que se aprende en política es que un partido no puede escoger el momento más favorable para sus intereses para acceder al poder. Si trasciende de lo que son estrictos intereses de partido, que siempre deberían subordinarse a los intereses de los ciudadanos y del país al que teóricamente debe servir, incluso hasta el propio sacrificio, no puede simplemente abdicar de las responsabilidades que le marcan los resultados electorales. Y los resultados marcan que la única opción que puede dar estabilidad al país y, al mismo tiempo procurar las reformas constitucionales y la regeneración política que reclama la sociedad entera (sí, los votantes del PP también quieren la regeneración política) es la que puede sumar 212 o 252 diputados (incorporando a C's), con un detallado programa de gobierno hasta 2019. Abdicar de esta responsabilidad asumida en otros países europeos, como Alemania, en situaciones mucho menos comprometidas, significa sumergirse nuevamente en la negación del otro, en considerarlo enemigo en vez de adversario, en la continuación de la guerra civil por otros medios; es empeñarse en esta pulsión autodestructiva como característica cainita del país, en este hundirme yo con tal de que se hunda el adversario, en concebir España como este telar de Penélope siempre incompleto en el que lo que hace el PP por la noche lo deshace el PSOE por la mañana y viceversa, en la educación, en el urbanismo, en la sanidad, en casi todo. Abdicar de esta responsabilidad y apresurarse en pos de nuevas elecciones es salir de guatemala y meterse en guatepeor.

A los hombres, dice un sentencia griega, les atormentan sus opiniones sobre las cosas no las cosas mismas. Cuenta Montaigne que el tirano Dionisio ofreció a Platón un vestido al estilo persa, largo, damasquino y perfumado; Platón lo rehusó diciendo que puesto que había nacido varón, no se vestiría de buen grado con ropa de mujer. Pero Aristipo lo aceptó dando como respuesta que ningún atavío podía corromper un ánimo casto.

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