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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Claassen nos engaña a todos

El Real Mallorca no vale un duro. Cuenta con una plantilla de chatarra. Anímicamente, ha dejado de representar un sentimiento colectivo, compare con las eras de Cúper o Luis Aragonés si se atreve. La acumulación de pequeños desastres reventó con Serra Ferrer, más atento a ajustar los tornillos que al gran diseño de la entidad. Como buen mallorquín, le molestaba caer simpático, por lo que descuidó la componente circense de su cargo. Y su fútbol era del siglo XX, por no alejarse demasiado. En este panorama emergió un alemán dicharachero, que pronuncia cada frase con el regusto daliniano de que un escriba anota sus genialidades para la posteridad. Los germanos nunca han sido un problema para los indígenas. Se les halaga, se les despluma y se les reenvía a Prusia o como se llame su brumosa tierra de procedencia. Esta vez, el guión iba a incumplirse.

El enigma más arduo en el tránsito de calendario no debate quién ha ganado realmente las elecciones, sino si UItz Claassen engañó a los escasos mallorquinistas supervivientes. El misterioso alemán fingió una pasión bermellona con llagas incluidas que nadie compartía, mientras buscaba a un magnate auténtico que rentabilizara su millonaria inversión suicida. Le asaltó una idea descabellada y la materializó. Del Sol de Mallorca al Suns de Phoenix sin malgastar ni un átomo de amor. Pregunte cómo se han amasado las grandes fortunas hoteleras.

En este párrafo, el Mallorca sigue sin valer un duro, por mucho que un banquero judío norteamericano haya derramado veinte millones de euros en el club. A fecha de hoy, el único engañado con derecho a pago es el señor Sarver. Los mallorquines nos escudamos en que, dado que nos habíamos desentendido del club tiempo atrás, era imposible burlarse de nosotros. No exageremos el desamor propio. Tras una semana de arduo análisis, resuelvo que Claassen ha engañado a todos los presentes de la forma más irrebatible, rematando la faena con un obsequio millonario que silencia a sus víctimas. En cuanto a la utópica remontada, este fenómeno no se basa históricamente tanto en invertir en el equipo propio como en los ajenos.

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