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La crisis socialista

El fracaso electoral de Pedro Sánchez y la amenaza de Podemos han desatado una crisis interna en el PSOE de consecuencias incalculables. Digamos que un choque de sensibilidades por culpa de las ambiciones, los personalismos y una visión no compartida de la unidad de España están llevando a los socialistas a un nuevo cambio de ciclo cuando su presencia resulta ineludible para dilucidar el futuro inmediato del país tras el 20D. Sánchez intentó disfrazar su resultado, el peor del PSOE en unas elecciones generales, persiguiendo un imposible: gobernar después de haber perdido sin disponer siquiera de la aritmética como aliada y negociando con Podemos, el partido que se sitúa en algunos aspectos en sus antípodas y le disputa, además, la hegemonía en la izquierda. Por decirlo de otro modo, buscando pactos con el diablo. Es verdad que PSOE y Podemos llegaron a acuerdos para desalojar al PP de ayuntamientos y gobiernos autónomos, pero lo que en las regiones puede servir, en la nación acaba por resultar hasta letal.

Los socialistas tendrían que definirse de una vez: si son el partido del Pacto del Tinell que prometía estatutos a Cataluña con Zapatero y que Pedro Sánchez parece estar dispuesto a resucitar acercándose a Podemos, o el constitucionalista defendido por los barones, que pone la unidad de España por delante del riesgo de gobernar a cualquier precio.

Ed Miliband, exlíder laborista, dimitió en el Reino Unido tras lograr un apoyo muy superior al que obtuvo aquí Sánchez. Éste después de haber destruido algún que otro puente se encuentra en un callejón sin salida más cerca de la indeseable opción de una nueva convocatoria de elecciones en las que no tiene seguro repetir de candidato, algo que le reportaría la ventaja de no tener que volver a perderlas.

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