La junta de gobierno del ayuntamiento de Palma ha aprobado el nuevo organigrama de la Policía Local. Es una consecuencia directa de los últimos y graves escándalos que han sacudido al cuerpo y que han ocasionado el procesamiento y en algunos casos ingreso en prisión, de agentes de la Patrulla Verde que ahora, con la reestructuración, se extingue.

Pero la recomposición de funciones y destinos de los policías locales de Palma debe ser también un instrumento necesario para dar utilidad práctica al cuerpo y reconciliarlo con la confianza que debe merecer a los ciudadanos. Es un objetivo que prometió cumplir el alcalde, José Hila, en su discurso de la fiesta de l’Estendard. El actual equipo de gobierno de Cort se ha marcado como reto el potenciar las unidades de barrio, las nocturnas y las de tráfico, sin ir más allá de las competencias exclusivas de los agentes locales.

La difuminación de tareas y la sobreactuación o la misma invasión de competencias entre cuerpos policiales ha sido precisamente un foco de problemas y una de las principales causas de una inoperatividad que no afecta solo a la Policia Local de Palma, pero que sí es mucho más visible en la capital, por mero efecto de su carga poblacional. Resulta imprescindible, de una vez por todas, definir el trabajo específico de las policías locales de Mallorca, de la Guardia Civil y de la Policía Local y a partir de ahí, establecer canales adecuados de colaboración leal, lejos de la usurpación de funciones y sin rencillas que puedan corroer la profesionalidad que necesitan los tres cuerpos mencionados.

El ciudadano tiene pleno derecho a saber a quién puede acudir en cada momento cuando necesita un servicio o colaboración policial. En Palma han existido verdaderos problemas para lograr algo tan elemental. Los 260 agentes de proximidad que ahora se anuncian, los 190 de las unidades nocturnas y los 44 de las patrullas de tráfico deben acabar con una tendencia que hacía muy difícil toparse con un policía en la calle. El vecino ha tenido noticias de la Policía Local sobre todo por los escándalos que protagonizaba, por sus ausencias y por los silencios a la hora de la verdad. Es una actitud que, evidentemente, debe modificarse por completo. Ahora se anuncia intervención, al fin, contra los ruidos y algo tan elemental como la extinción de privilegios y agravios. También el establecimiento de controles internos más eficaces. Son medidas que, al anunciarse, confirman también el grado de deterioro que sufría el cuerpo. Parece que el ayuntamiento de Palma ha llegado a la convicción —ojalá sea de una vez por todas— de que las tareas de seguridad ciudadana son más propias de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.

El objetivo a perseguir es la consolidación de una Policía Local más cercana entregada preferentemente a velar por el cumplimiento de las ordenanzas municipales y a la regulación del tráfico. Pero, lo que debería ser sencillo y elemental, se vuelve extremadamente complicado en Palma con un cuerpo policial demasiado viciado. La concejala de Seguridad, Angélica Pastor, ha dicho que no se puede asegurar la erradicación de la corrupción, pero que sí se destinarán medios a ello. Que sean todos los necesarios para que la Policía sepa definir su función con claridad y se entregue por completo a ella. Esta es la razón que da sentido a su existencia y lo que necesitan y merecen los ciudadanos de Palma.