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Antonio Papell

¿Rajoy, presidente?

Rajoy, con el mayor aplomo, ha expresado ya su propuesta de presidir el nuevo gobierno, con el argumento de que su partido ha ganado las elecciones -el PP ha logrado 1.700.000 votos y 33 diputados más que el segundo en liza, el PSOE-, apoyado por el PSOE y por Ciudadanos. Tal ejecutivo, según Rajoy, "sería un gobierno que respondería la voluntad mayoritaria de los españoles, con un amplio apoyo parlamentario, que podría gobernar, luego generaría confianza y propiciaría al país estabilidad y certidumbre".

Expresada de este modo, la propuesta suscita primero perplejidad porque resultaría alarmante que Rajoy creyera a pies juntillas que es posible lo que dice. Pero si se analiza más a fondo, la sugerencia resulta irritante porque presupone que los electores están en la inopia y no se habrían percatado de lo sucedido. Porque el PP, que ha pilotado la travesía de la crisis, ha ganado ciertamente el 20D pero ha perdido nada menos que 3.650.000 votos y 63 escaños, y ha obtenido el peor resultado que de toda su historia del. Además, el PP y Ciudadanos, que representan el centro-derecha, tan solo alcanzan el 42,6% de los sufragios, lo que significa que el centro de gravedad del parlamento salido de las urnas está claramente escorado a la izquierda. Por lo demás, la disposición del todavía presidente en funciones se desprende de su reacción cuando el PSOE le ha sugerido que la presidencia de la Cortes recaiga en un socialista? Rajoy ha respondido que seria impropio que un partido con tan escaso apoyo viese colmada tal exigencia? O sea que, en realidad, lo que Rajoy querría es continuar como hasta ahora, a poder ser con el mismo gobierno y con idéntico programa, sólo que el apoyo incondicional que hasta ahora le prestaba su partido se sustituiría con el apoyo incondicional y gratuito de PSOE y Ciudadanos. Parece una alucinación.

Lo cierto es que la fórmula tripartita que propone Rajoy ya se nos había ocurrido a los demás y no parece la más desacertada de todas. Pero debería plantearse, como es obvio, de otra manera. De entrada, el PP debería renunciar a lo más característico de su programa conservador, limitar su papel a la simple gestión y centrarse en abordar los grandes asuntos pendientes: la reforma controlada de la Constitución, la reforma de la ley electoral, el logro de algunos pactos de Estado impostergables -el educativo- y la solución del conflicto catalán.

Para llevar a cabo esta tarea de nuevo fundacional, lo lógico sería un gobierno de amplia base, articulado en torno al PP, y basado en un pacto con PSOE y Ciudadanos que como es lógico participarían en la toma de las decisiones corrientes y, sobre todo, serían protagonistas de las grandes reformas, a las que también, por supuesto, debería ser invitado Podemos. La ejecución de esta ambiciosa tarea debería tener un plazo prefijado dos años como máximo, pasado el cual se disolverían las cámaras tal como prescribe el artículo 168 CE para la reforma constitucional agravada, de forma que las nuevas Cortes la sometieran al preceptivo referéndum. Ese referéndum plasmaría el llamado 'derecho a decidir' de la ciudadanía, catalanes incluidos.

Se trataría, en definitiva, de sacrificar los programas específicos de gobierno de PP, PSOE y C's a la renovación del régimen, para recuperar después la normalidad ya en un marco de juego renovado.

Si Rajoy está dispuesto a plantearse semejante proceso, puede y debe insistir en su propuesta, que lógicamente deberá aclararse y matizarse. En caso contrario, deberá ir preparándose para unas nuevas elecciones.

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