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Antonio Papell

El PSOE, víctima de sí mismo

Los resultados del PSOE el 20D fueron ciertamente inquietantes „90 diputados, 5,5 millones de votos, el 22% de los votos, 20 escaños y un 6,7% menos que en 2011„ pero deben ser ubicados en su contexto desolador, de un partido que había sido responsabilizado por buena parte de la opinión pública de ser el principal culpable de la dramática situación del país cuando el PP llegó al gobierno y tuvo que aplicar las conocidas terapias de choque para proceder a la estabilización y ulterior saneamiento económicos. Pedro Sánchez y su equipo, elegidos en primarias en julio del año pasado „llevan poco más de quince meses en sus funciones„, han conseguido resistir al embate de los partidos emergentes, mantenerse como segunda fuerza en un panorama cuatripartito, y reducir incluso su distancia con respecto al PP, de 76 escaños en 2011 a 33 actualmente. En 2011, el PSOE consiguió el 59% de los escaños del PP; ahora, el 73%.

La nueva era que ahora se abre, en condiciones desconcertantes por la dificultad que plantea formar un gobierno estable, ofrece la oportunidad a todos, incluido lógicamente el PSOE, de reconsiderar las estrategias y los caminos para sobrevivir lo mejor posible en el nuevo marco. Pero la agresividad y la voracidad con que han irrumpido los líderes territoriales socialistas con mando en plaza „Susana Díaz, Javier Fernández, Ximo Puig, Emilio García-Page, Guillermo Fernández Vara„ no presagia nada bueno sino al contrario. Molestos al parecer porque Sánchez, al verse apremiado por los suyos, manifestó que la iniciativa política socialista le corresponde a él y a su ejecutiva, sin perjuicio de el comité federal convalide periódicamente las decisiones, se apresuraron a recordar a Sánchez una serie de obviedades sobre la ubicación ideológica del partido y mostraron su rechazo al aplazamiento del próximo congreso socialista ordinario, que hubiera debido celebrarse en febrero, cuatro años después de que convocó y ganó Rubalcaba tras perder las elecciones de 2011 (el congreso ha de ser convocado por el comité federal con al menos 60 días de adelanto, por lo que si se convocase en enero ya no podría celebrarse hasta marzo).

La negativa de principio a investir a Rajoy y la línea infranqueable de la legalidad constitucional „que excluye el referéndum de autodeterminación en Cataluña„ en las negociaciones con Podemos son los criterios lógicos de Pedro Sánchez desde el primer momento, una vez conocido el sudoku del 20D, y no necesitaban ser remachados por sus conmilitones, ni siquiera establecidos por el comité federal. Y en lo que se refiere al Congreso federal, que Sánchez pretende aplazar a primavera, ¿no es acaso razonable esperar al menos a que se forme ahora gobierno€ o a que se convoquen nuevas elecciones? Después de todo, hubo como se recordará un congreso extraordinario en julio, que ratificó la elección de Sánchez, por lo que no cabe argüir déficit alguno de legitimidad.

La opinión pública, ya se sabe, está muy harta de los viejos tics de la clase política, que en buena medida también han contagiado a las formaciones emergentes. Y este impenitente afán de mandar que caracteriza a algunos barones del PSOE, que no hacen nada por disimular su afán, genera un serio rechazo, que por supuesto empieza por indignar a los propios militantes y simpatizantes. Porque el comité federal del lunes debió haberse preocupado más de facilitar la gobernabilidad de este país „lo que requiere cierta flexibilidad del PSOE y una mayor autonomía de su líder„ que de la lucha interna por el liderazgo, que fue a la postre de lo único que se habló. Por acción o por omisión.

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