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¿Fin del bipartidismo, dicen? Las dos únicas alternativas de Gobierno inmediatas que se presentan tras las elecciones y el Parlamento a que han dado lugar son las de investir un presidente de la derecha o hacerlo con uno de la izquierda. En los dos casos habría que tomar en términos relativos esa adscripción, toda vez que en realidad los partidos que han recibido más votos en las elecciones aspiran a ocupar el centro político. Pero si, por abreviar, hablamos de presidente de la derecha, será sin la menor duda del Partido Popular y, si se trata de uno de la izquierda, entonces sería del Partido Socialista Obrero Español. ¿Es eso el fin del bipartidismo?

Los comentaristas políticos, puestos a analizar todas las salidas, apuntan como otras alternativas menos probables a una repetición de las elecciones o un pacto PP-PSOE. Vayamos con la primera. La mayor parte de quienes comentan esa reiteración, que acerca una vez más el conjunto de España a Cataluña, sostienen que, de producirse, la tendencia a mantener el voto y convertirlas, por ende, en inútiles sólo se rompería mediante la vuelta al PP de los electores que votaron a Ciudadanos y el hundimiento aún mayor del PSOE en favor de Podemos. Con lo que, de ser así, la siguiente batalla por la investidura sería igual que la anterior con la única diferencia de que en las filas de la izquierda se ha cambiado al protagonista. Reitero: ¿es eso el final del bipartidismo?

Sucede que en toda Europa cada país se encuentra escindido según un mismo patrón que divide casi de manera exacta en dos, en términos político-ideológicos, lo que en el fondo no es sino un matiz, todo lo importante que se quiera pero matiz, entre planes económicos neoliberales y socialdemócratas. Digo matiz porque la crisis se ha encargado de acercar las opciones y limar el alcance de las alternativas. Ni la Cataluña tiene posibilidad alguna de aplicar en realidad el programa de la CUP la oferta vergonzante de Esquerra/CiU es un clavo ardiendo para conservar a Mas en la presidencia colectiva ni Podemos ha mantenido su programa alternativo siquiera hasta la campaña electoral. No hay alternativa al bipartidismo, vamos.

Salvo un pacto PP-PSOE, inviable hoy por hoy y de consecuencias imprevisibles porque, al contrario que la mayor parte de la Europa que más cuenta, España no tiene madurez política suficiente para lograr un gobierno de, digamos, salvación nacional sin destruir a sus actores. Con lo que en realidad no nos hemos quitado de encima el bipartidismo; lo único que hemos hecho es convertir en mucho más difícil el poder alcanzar sus vías habituales de gobierno. Habrá sorpasso o no en la izquierda; se mantendrá o no Rajoy al frente del Partido Popular pero, salvo esas incógnitas, el resto de las cartas están ya repartidas. Nos vemos presos de la paradoja hermosa de Lewis Carroll que los teóricos de la Economía Política han hecho suya: la de la Reina roja. Hay que moverse a toda velocidad para conseguir permanecer en el mismo lugar.

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