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Columnata abierta

Los santos inocentes

Pedro Sánchez va camino de convertir a Zapatero en un estadista de talla mundial. El comportamiento y las decisiones del actual líder del PSOE confirman que los límites de la torpeza política están por descubrir. En la misma noche electoral, Sánchez dijo que su partido había hecho historia, y superada la sorpresa no quedó más remedio que darle la razón. Probablemente sea en lo único que ha acertado en los últimos meses. Mantenerse por los pelos como segunda fuerza, no haber caído por debajo del 20% de los votos ni de los 90 diputados, le va a proporcionar una lenta y dolorosa agonía hasta su defunción política, en lugar de una decapitación fulminante disfrazada de dimisión minutos después de concluir el escrutinio. Las prisas le llevaron a cometer errores, y los errores le están llevando a actuar con prisas. Las consecuencias de todo ello no serían tan graves para él y para su partido si delante no tuviera a un político infinitamente más inteligente que él, que sabe que la primera condición para acceder al poder es fagocitar al PSOE. Si otros socialistas no lo impiden, Pablo Iglesias se va a zampar en dos bocados a Pedro Sánchez. El primero ya se lo ha dado el 20D, y el segundo se ve venir desde su comparecencia ante los medios en la noche electoral, y lo ha ido confirmando después con cada una de sus declaraciones.

La campaña de Podemos fue un completo éxito por varios motivos, pero sólo me detendré en dos. En primer lugar, hizo un planteamiento mucho más emocional que ideológico, lo que le permitió volver a acceder a votantes que se le estaban escapando. En segundo lugar, y esto es más importante, Podemos consiguió marcar la agenda de temas a debatir durante la campaña. Se centró en los que más le interesaban, y consiguió que los demás partidos pasaran de puntillas sobre otros que le podían generar problemas o contradicciones entre su potencial electorado. La modificación del sujeto de soberanía nacional, o sea, el derecho a decidir, o sea, el derecho de autodeterminación, o sea, el derecho de secesión, o sea, el derecho a la independencia de cualquiera de las comunidades autónomas de España, no constituyó en ningún momento un eje central de la campaña de Podemos. Figura en su programa, pero nadie podrá afirmar que ese asunto haya constituido una de las ideas fuerza que han capitalizado los discursos de Iglesias, Errejón y el resto de candidatos durante la campaña fuera de Cataluña y País Vasco, como sí lo han sido la corrupción, el blindaje de los derechos sociales o el fin de los desahucios, por ejemplo.

Sin embargo, en la noche electoral Iglesias planteó como cuestión irrenunciable para un pacto con el PSOE un referéndum sobre la independencia de Cataluña. No dijo que esa posibilidad se debería contemplar en una futura reforma constitucional, porque para eso serían necesarios lo votos del PP. Lo que reclamó directamente fue poner fecha a la consulta. Un ultimátum sorprendente, que yo atribuí a la euforia por los resultados, o quizá a una llamada previa de Ada Colau, como recordatorio: "Pablo, no te olvides de lo mío, que te juegas doce diputados". Fue un error de interpretación. Al día siguiente, ya en frío, Iglesias declaró que si Sanchez no quería volver aver a Rajoy de presidente debía reconocer una nueva realidad plurinacional de España, lo que significa aceptar la posibilidad de una Cataluña independiente. Este planteamiento sólo deja espacio a tres posibles escenarios: un pacto PP-PSOE, el suicidio del PSOE a nivel estatal aceptando presidir un gobierno con semejante condición, o la convocatoria de nuevas elecciones. Hay que ser muy torpe para, en esas circunstancias, descartar de antemano la primera posibilidad. No digo yo que una gran coalición con el PP no concite riesgos para el PSOE, pero aunque sólo fuera por estrategia de negociación, el portazo de Sánchez a Rajoy coloca al primero en un estado de postración absoluta ante Iglesias a la hora de pactar. Iglesias menospreció con crueldad al Secretario General de los socialistas durante la campaña -Pedro, eres un buen chico, pero no mandas nada- y lo continúa haciendo estos días al poner en duda su liderazgo.

El líder de Podemos declaró tras su fulgurante irrupción en las pasadas elecciones europeas que sólo tendrían una ocasión para aspirar al poder en España. La aritmética electoral y un PSOE en estado catatónico puede que le concedan un segundo round para ese asalto a la Moncloa. Consciente de la endiablada posición en que se ha colocado a sí mismo Pedro Sánchez, Iglesias va a buscar descaradamente unas elecciones anticipadas en las que habría eliminado de una tacada a dos de sus tres adversarios. Podemos terminaría de barrer al PSOE polarizando el voto útil frente al PP, y Pablo Iglesias tendría serias opciones de ser Presidente del Gobierno con el apoyo del nacionalismo soberanista y de los restos de Izquierda Unida, que se integraría para sobrevivir en Podemos a cambio de renunciar a sus siglas para no traspasar sus deudas económicas a la formación morada. Por todo ello, en estas fechas navideñas tan entrañables resultan enternecedores algunos análisis. Los que hasta hace cuatro días tuiteaban con alborozo el Goob Bye Spain, hoy se muestran muy preocupados por los pactos de gobierno y por un PSOE que no debe claudicar ante sus federaciones andaluza y extremeña, que son precisamente las que han evitado que su partido fuera superado por Podemos. Son los santos inocentes del independentismo catalán, vasco, gallego y hasta valenciano, muchos de ellos incrustados en Podemos, y que sufren por una España de la que aspiran a largarse cuanto antes.

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