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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

El rey no espera a "quien mira atrás"

Cuesta decidir cómo ha de dirigirse el Rey a un país sin Gobierno. La ecuanimidad de “apreciar nuestros aciertos y nuestros errores” es un trampolín recomendable, que le aleja del Gobierno en funciones. La historia de España no ha sido triunfal, ha sido compartida. Al apelar por dos veces al “entendimiento”, Felipe VI juega con la polisemia del concepto. En la resaca electoral se entenderá como búsqueda de acuerdos, pero su principal acepción apela a la capacidad de comparar, juzgar y deducir ante situaciones enrevesadas. En un ejercicio de autorreferencia cervantina, recuerda que está hablando “desde el Palacio Real, donde la Corona celebra actos de Estado”. Solo el futuro decidirá si la dramática escenificación se corresponde con el discurso más importante de su reinado, una buena noticia porque implicaría que la situación se ha remansado.

“Pluralidad” es el tópico infeliz que arruina cualquier discurso. Solo procede disculparlo cuando documenta que esa virtud ha sido “expresada en las urnas”. En especial, porque la larga trayectoria española todavía autoriza a asombrarse de que un soberano señale a las Cortes como “depositarias de la soberanía nacional”. Aunque sea por obediencia debida, Felipe VI revalida las elecciones del 20D con más energía que los poderosos colectivos que ya sueñan con repetirlas.

“La fortaleza de España está en nosotros mismos”. La arriesgada personalización de la nación sintoniza con el Rey que hace un año sorprendió con un estilo atrevido, al que desgraciadamente ha renunciado a lo largo de 2015. Solo la historia acredita la conveniencia de una iniciativa, pero el Rey que nos cree mejores “de los que a veces pensamos”, ha optado por una empatía indetectable en los actuales gobernantes. Ese latiguillo es más Podemos que vieja política. El Rey tiene tanto derecho a equivocarse como los restantes ciudadanos. Ahora bien, ¿es Rajoy el político apropiado para un discurso que pretende “un compromiso ético”, o queda el presidente retratado en el aforismo de que “nadie espera a quien solo mira hacia atrás”? El conservadurismo tiene motivos para estar más satisfecho con Albert Rivera que con Felipe VI.

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