Si se le ha entendido bien, Pablo Iglesias pretende situar al PSOE en una disyuntiva absurda: o acepta los planteamientos territoriales de Podemos, que pasan por la convocatoria de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, o se echa en brazos de Rajoy. Eso significaría que una hipotética alianza de izquierdas PSOE-Podemos dependería de la aceptación por los socialistas de la consulta catalana, algo que repugna a su propia naturaleza y que no van a hacer en ningún caso.
El dilema es un gran sofisma porque, como diría una ilustre dama de la política municipal, no se pueden sumar peras con manzanas. El PSOE está ideológicamente donde está, e independientemente de ello se considera vinculado por los planteamientos constitucionales que contribuyó a fundar y que no permiten la secesión de un territorio. La soberanía popular reside en el conjunto de los españoles, por lo que la única vía practicable para una ruptura como la que pretende el independentismo catalán es la de la reforma constitucional. Ardua pero no imposible.
Iglesias, tan arrogante, se ha acostumbrado a hablar como si poseyera la verdad revelada, que no puede discutirse. Sin embargo, tendrá que acostumbrarse a que, en democracia, las certidumbres no existen y el adverbio siempre quiere decir por el momento.
