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Llorenç Riera

Um mismo Govern con convivencia distinta

Unos resultados electorales como los del domingo resultan difíciles de digerir. Pese a su desmesurado esfuerzo en aparentar claridad de interpretación y sacar pecho frente a lo ocurrido, la verdad es que los partidos ni siquiera han podido todavía masticar adecuadamente tanto cambio y mayor pluralidad. En consecuencia, habrá que coger con pinzas las reacciones actuales y ponerlas a secar al sol de la realidad. Eso, si la niebla de la política balear, tan espesa como lo de estos primeros días invernales que quieren ser primavera, lo permite.

Podemos también quiere ser primavera en el húmedo espectro político. Las urnas le han regado en sobreabundancia para ello. El principal peligro está en su rápido crecimiento de invernadero, pero sea como sea, la extinción del hasta ayer autóctono y exclusivo bipartidismo balear en unas elecciones generales, tendrá un inmediato efecto sobre el Ejecutivo autonómico y sus formas o ataduras para actuar. También, evidentemente, el hecho de que Podemos iguale en diputados estatales por Balears al PSOE y le supere en votos.

Laura Camargo ya se apresuró ayer mismo a velar armas. Mantuvo la negativa de Podemos a entrar en el Ejecutivo, pero avanzó que la formación "mantendrá la guardia alta" y se dedicará a "presionar para que las políticas de transformación social y económicas sean posibles".

A medida que va tomando conciencia de la trastocada correlación de fuerzas, el PSOE, evidentemente acorralado, intenta autoaplicarse medidas preventivas. Pilar Costa no ha hallado otra pócima que no sea el diálogo para ello, mientras Ramon Socias y Francina Armengol asumen la derrota con escasa autocrítica. Més tampoco va sobrado de analítica objetiva. Sin duda hoy se arrepiente de no haber acudido a las urnas de la mano de Podemos, lo cual, con la suma de resultados, les hubiera permitido arañar otro diputado a un PP que, por primera vez, se sitúa por debajo del 30% de los sufragios. Con el desengaño en sus manos, Més se aferra a su cuota autonómica para replicar al Podemos que le supera ampliamente, que el éxito alcanzado también exige mayor implicación y responsabilidad en las tareas ejecutivas del Govern. Lo dicho antes, falta masticar y digerir la ingesta de cambios servidos por el electorado.

Pero nada será igual y todo deberá contemplarse desde otra óptica desde el momento en que ya solo uno de cada tres votantes se decanta por el bipartidismo y por tanto, PP y PSOE no pueden apropiarse de la mitad del escrutinio. Aparte de un Podemos que con 110.000 sufragios adelanta por la izquierda al PSOE, hay que tener presente el peso de Ciudadanos con 70.000 votos sin obviar tampoco que la fragmentación de la izquierda le hace perder fuelle una vez más. Aún con la evidencia de que el PP ya no puede monopolizar este segmento de voto, también queda patente que la derecha sigue administrando mejor sus recursos. Esta habilidad y el desacierto del adversario le ha privado de perder otro diputado.

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