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La moderación salarial alemana y la crisis de la zona euro

El 20 de noviembre último se publicó en el portal Vox, del Centre for Economic Policy Research un estudio denominado Rebooting the Eurozone (algo así como "El reinicio de la zona euro"), en el que han participado destacados economistas. La finalidad del mismo, según sus autores, es alcanzar un amplio consenso sobre qué es lo que hay que hacer para arreglar la zona euro; ello exige conocer cuáles han sido las causas que provocaron la crisis de la eurozona, con el argumento de que será imposible resolver los problemas sin un acuerdo sobre qué es lo que salió mal.

Muy en síntesis, los autores del trabajo sostienen que, en su origen, la crisis no debe considerarse una crisis de deuda pública, lo que contradice la hasta ahora "versión oficial", que atribuye los problemas vividos a la irresponsabilidad fiscal de los países que se endeudaron demasiado (si acaso, esto serviría, exclusivamente, para Grecia). En lugar de en esa dirección, apuntan que el origen de la crisis está en los grandes flujos de capital financiero que, durante la década anterior al estallido de la crisis, se movieron de unos países a otros dentro de la zona euro.

Esta interpretación no es muy novedosa; pero sí me parece muy relevante una apostilla que, con posterioridad, ha realizado Peter Bofinger, uno de los cinco miembros del Consejo Alemán de Expertos Económicos, a quien le parece que el mencionado discurso es correcto, pero resulta incompleto.

En su opinión, centrar la atención, exclusivamente, en los países con déficits en su balanza por cuenta corriente, excluye del análisis al país miembro de la UEM más grande: Alemania y, más concretamente, a su decisiva contribución a la generación de los desequilibrios producida en los años previos al inicio de la crisis.

Sostiene Bofinger que mediada la década de los 90, cuando Alemania se enfrentaba a una tasa de desempleo claramente inferior a la media de la zona euro, pero excesivamente alta para lo que resultaba admisible en ese país, empezó a plantearse una solución claramente corporativista: los grandes sindicalistas propusieron un pacto "a favor del trabajo", manifestando su voluntad de aceptar una congelación de los salarios reales a cambio del compromiso empresarial de crear más puestos de trabajo. Ello se concretó, en 1998, con las políticas de Schröder para mejorar la competitividad de la economía alemana. Hay que recordar que fue el 1 de enero de 1999, cuando nació el euro, al introducirse, en sustitución del ecu, en los mercados financieros mundiales.

En esencia, el pacto por la moderación salarial, acordado entre patronal y sindicatos, no fue sino una clara apuesta por una devaluación interna. Al respecto, Paul de Grauwe, de la London School of Economics, ha señalado que todavía hoy podemos oír a algunos decir que el marco alemán entro sobrevaluado al euro, cuando la mayor parte de las investigaciones demuestran lo contrario; pero, sobre todo, la evidencia de un superávit alemán en su balanza por cuenta corriente del 7% del PIB, apunta claramente a que el marco estaba ampliamente infravalorado.

Alemania hizo crecer sus salarios nominales por debajo del nivel de otros países centrales de la eurozona, ganando, poco a poco, una gran ventaja competitiva. El primer efecto de la moderación salarial alemana fue la evolución de los costes laborales unitarios, que en el periodo 1999-2008, se mantuvieron más o menos constantes, pero en el sector industrial, con un alto nivel de sindicación de sus trabajadores, se redujeron casi un 9%.

Señala Bofinger, con razón, que para un funcionamiento ideal de la zona euro, los costes laborales unitarios de cada estado miembro deberían aumentar en línea con el objetivo de inflación establecido por el Banco Central Europeo (BCE). Sin embargo, en ese periodo, los alemanes crecieron por debajo de dicho objetivo, mientras que en el resto de los países de la eurozona lo hacían por encima, particularmente en España, en Irlanda o en Grecia. En definitiva, esto se tradujo en que el BCE, a pesar de observar el sobrecalentamiento de algunas economías, no actuó elevando los tipos de interés, ya que la evolución al alza de los precios de unos contrarrestaba la moderación alemana, de forma que, a pesar de que la inflación alemana estaba claramente alejada de su nivel objetivo, el IPC armonizado para el conjunto de la zona, sí se aproximaba al objetivo establecido por el banco central. Por tanto, el único tipo de interés nominal para toda la eurozona, era muy bajo para los países con alta inflación, mientras que para Alemania era relativamente alto.

En resumen podemos señalar que la moderación salarial alemana contribuyó a los desequilibrios de la eurozona a través de diferentes canales. Resulta evidente que aquella provocó un estancamiento de su demanda interna, que llegó a registrar tasas negativas, mientras que en el resto de la zona euro se registraban incrementos que, como media, se situaron por encima del 3%. La debilidad de la demanda interna en Alemania implicó, para el resto de los países socios, una fuerte desaceleración de sus exportaciones de bienes y de servicios a dicho país.

En paralelo al estancamiento de la demanda interna, la moderación salarial mejoró la competitividad en precios de la economía alemana, impulsando sus exportaciones. Ambas circunstancias tuvieron un impacto muy significativo sobre el saldo positivo de su balanza por cuenta corriente, produciendo un auténtico shock. en el ahorro alemán, que no tiene su origen en un aumento de la tasa de ahorro de los hogares, como algunos piensan (puede comprobarse que se ha mantenido prácticamente constante desde 1999), sino en el ahorro de las empresas, provocado por el aumento de los beneficios originado por la congelación salarial. Probablemente, solo en un país como Alemania, sea posible que los empresarios y los trabajadores cooperen de esta forma para producir una devaluación interna de tal magnitud.

Por supuesto que los alemanes están en su derecho a hacer lo que hicieron, pero algunos economistas, como el ya citado De Grauwe consideran que eso convierten a Alemania en un país peligroso para formar una unión monetaria, dado que ese proceder ha ocasionado los graves desequilibrios que están en el origen de una crisis de gran magnitud de la que, algunos, todavía no hemos salido.

Estamos ante una evidencia más de que el euro nació con defectos institucionales muy serios, que impiden que se pueda disponer de instrumentos adecuados para luchar contra los desequilibrios internos, lo que amenaza la estabilidad de los países que forman parte de la zona monetaria, tal y como ya anunciaron antes de su creación muchos relevantes economistas.

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