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Juan José Millas

Regla de tres

Cuando decimos que el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, queremos decir que puede inventar las humanidades y desinventarlas. Es capaz de lo mejor cuando las inventa y de lo peor cuando las desinventa. Claro que en este ejemplo se establece una cronología. Primero se hace una cosa y luego la otra. Pero también se pueden hacer las dos al mismo tiempo, como cuando ponemos una vela a Dios y otra al Diablo. Lo curioso es que la vela a Dios y al Diablo la ponemos en el mismo sitio, en la Iglesia. Fíjense en el Juan Sebastián Elcano, el buque-escuela por antonomasia (signifique lo que signifique antonomasia), donde quizá en algún tiempo se estudió latín y donde tal vez ahora se aprenda a hacer nudos marineros, no estoy muy puesto. Lo de los nudos marineros está bien si no fuera porque su gente se dedicaba también al tráfico de drogas. Veías el barquito en el puerto, con su banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda, etc., y observabas a los cadetes abandonar la nave para ir de paseo, tan aguerridos y todo lo demás, los observabas, decíamos, con la admiración con la que se observa a la juventud sana, etc., y resulta que en las sentinas de la marca España, confundidos con los excrementos de la marinería, nadaban paquetes de coca excelentemente aislados para que los perros no la olieran.

Uno de los supuestos implicados declaró ante el juez que el tráfico era generalizado, que es como afirmar que lo sabía todo el mundo. ¿Debemos condenar por eso el aprendizaje que se impartía en el buque, incluso aunque no tradujeran a Virgilio? Nada de eso. Por tal regla de tres deberíamos cerrar el Vaticano. El Vaticano, la mismísima embajada del Paraíso en la Tierra. ¿Con qué lo sustituiríamos, con un consulado? Pues no. Hay corrupción, de acuerdo, acaban de detener a un cura por espía y los cardenales viven en áticos de 500 metros cuadrados adquiridos con el dinero que se debía destinar a los pobres. Eso es malo. Pero el Papa Francisco es un buenazo, o eso dicen, y no es cuestión de que paguen justos por pecadores.

Cada uno de nosotros, en nuestra individualidad reproducimos esos esquemas tan contradictorios. El nudo que se inventa para ahorcar a un inocente sirve también para amarrar un barco. Significa que no hay bien que por mal no venga. Cuándo nos llevará el Señor.

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