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Ganar/perder los debates

Los debates, contemplados por buen número de electores, difunden ideas pero además generan además tendencias que sin duda influyen en el resultado final. Pero no son decisivos, por la sencilla razón de que la voluntad popular no proviene en la mayoría de los casos de una convicción rotunda ni de una conversión súbita sino de un conjunto complejo de elementos que van decantando poco a poco y que al final del proceso culminan con una decisión casi siempre vacilante y cargadas de dudas.

Por ello, los debatientes tienen la obsesión de evitar los errores graves. Lo más importante de estos actos de liturgia preelectoral no son los aciertos argumentales, los golpes de efecto, sino eludir cualquier equivocación que resulte descalificante o que pueda ser aprovechada por los contendientes para minar la credibilidad del patoso.

No tiene, en definitiva, demasiado sentido hablar de vencedores o perdedores en un debate a cuatro si no se ha producido algún hecho catastrófico que desautorice y hunda a alguno de los actores. En los "cara a cara", se puede quizá detectar cuál de los dos se ha impuesto al otro, ha resultado más convincente, pero en un debate a cuatro esta clase de juicios son propaganda. Como lo es también la manipulación de las redes sociales que realiza alguna formación que dedica gran parte de su esfuerzo a influir en la opinión virtual mediante centenares de actores que adoptan diversas identidades y a desarrollar campañas premeditadas. ¿O creen que no nos hemos dado cuenta?

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