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En tu casa o en la mía

¿En la tuya o en la mía? ¿En Antena 3 o en la 1 de TVE? Esa parece la gran pregunta que se nos acaba de colar en casa, en todas las casas, en el inicio de la campaña electoral: la conversión del debate político en un programa de entretenimiento televisivo. Enhorabuena a todos los españoles: con el complaciente aplauso del respetable, hemos conseguido televisar la banalización de la política, donde importan más los gustos personales, las aficiones y los chascarrillos intrascendentes de los candidatos que su opinión sobre asuntos de interés general, como la amenaza yihadista, la precarización del empleo, la sostenibilidad del sistema de pensiones o el desafío independentista.

La audiencia es cómplice de la tendencia, cada vez más evidente, de sustituir el periodismo por el chisme, la imagen por el discurso, lo anecdótico por lo sustancial. ¿Nos va a mejorar como país que Rajoy relate a Bertín Osborne que es un crack abriendo latas, o que se infle a pan con aceite cuando viaja a Bruselas?

Por la cocina de Bertín han pasado Pedro Sánchez y Rajoy, en unas entrevistas irrelevantes a las que sólo les han faltado escenas de cama: al "que se besen" casi han llegado entrevistador y entrevistados en una suerte de pasteleo, de baño y masaje que poco tienen que ver con el debate político y la confrontación de ideas que tanto se echan en falta en este país y en este momento. Los candidatos prefieren la complacencia del plató, aunque tenga que someterse, cocinillas, a los fogones, bailar, hacer puenting o cantarse una de Carlos Cano. Parece que esas frugalidades dan más votos que explicar al ciudadano, desde la tribuna de los medios de comunicación, qué medidas piensan llevar a cabo para buscar solución a los graves problemas que aquejan a la sociedad.

Parece haberse convertido en norma que no eres nadie en política nacional si no has desfilado por la pasarela Cibeles del sábado noche en la Sexta. Los políticos huyen del cara a cara y se pegan, sin embargo, por aparecer antes que los contricantes en los shows de los Bertines, los Évoles, los Matos, o los Wyóminis. Se masca la tragedia: puede que estemos a pocas fechas de que el futuro presidente del Gobierno, sea quien sea, se siente en el sillón giratorio de Sálvame y se someta al bombardeo de mamarrachadas de Belén Esteban o Quico Matamoros?

El empobrecimiento del debate político es muestra clara de otros empobrecimientos, como el del sistema educativo, que genera ciudadanos adocenados y exentos de masa crítica, que dejan de ser electores para convertirse en audiencia. Y así nos va: la tiranía del share es un tiro en el pie de un país que está permitiendo, embobado frente al televisor, que le hurten el derecho fundamental a estar bien informado.

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