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Antonio Tarabini

Clases medias (y II): oscuro objeto de deseo

No hay partido que se precie que no se autodefina como de centro o, dicho de otro modo, como transversal. El motivo es evidente: todos los análisis que pretenden definir el autoposicionamiento de los españoles (CIS) y de los baleares (Quaderns Gadeso) los ubican en el denominado centro-izquierda y/o en el centro-derecha. Y no resulta extraño que sitúen tal centralidad precisamente en el amplio, diverso y complejo cesto de las denominadas clases medias.

Los populares, aunque determinadas decisiones sean propias de su línea dura y más derechizante, presumen de "centrados", presentándose como los adalides del sentido común y de la moderación y en consecuencia los únicos que pueden garantizar estabilidad presente y futura lejos de las ocurrencias de los nuevos partidos y de los sociatas. Ciudadanos se presenta como depositarios de la centralidad, con un liderazgo concretado en Rivera y con unos modos y contenidos pretendidamente novedosos, menos casposos y más frescos. Su pretensión es capitalizar el electorado de las nuevas clases medias (incluida la media-alta) votantes habituales de los populares, y también pescar todo lo posible en los caladeros socialistas. Los socialistas pretenden ocupar el espacio de la socialdemocracia que también abarca la pretendida centralidad de los diversos subsectores incluidas en las clases medias. Los podemitas se declaran transversales y, además de intentar succionar los votantes históricos de IU, también bucean en las peceras socialistas.

Pero, ¿cuál es la realidad? En principio, el desencanto de los ciudadanos hacia la política, concretamente de las clases medias (media/alta, media/media, media/baja), convierte a parte significativa de su voto en volátil. De momento no perciben propuestas de estabilidad económica y social que les reactive su autoestima y sus perspectivas de mejorar a corto, medio y largo plazo (especialmente para los hijos). El PP en el conjunto del Estado, y también en Balears, ha sido el autor principal de la "quiebra" de las clases medias; pero los partidos de la oposición, tanto a nivel nacional como autonómico, no han sido capaces de visualizar alternativas coherentes, fiables y posibles, a las políticas socioeconómicas vigentes. No en vano es muy probable que el PP, a pesar de los pesares, sea el partido más votado.

Coexiste otro factor que puede decantar el voto especialmente de las "nuevas" clases medias. Vivimos y convivimos en unos entornos sociales y culturales cambiantes que incluyen unos nuevos "valores" que afectan a las decisiones y comportamientos individuales y a sus múltiples y complejas relaciones de convivencia. El gobierno de Rajoy se ha definido por el predominio de sus sectores más conservadores: divorcio, interrupción del embarazo, muerte digna, la nueva ley de "orden público", las ingerencias en el poder judicial, la criminalización de los movimientos sociales... El gobernar, "ordeno y mando", al margen de la ciudadanía; los escándalos de corrupción que, aunque deban asignarse a las personas, afectan directamente al partido (caso Matas, Gürtel...). Tales hábitos están provocando desajustes entre los votantes más "centrados" del Partido Popular, muchos de ellos ubicados en las clases medias, incluido el segmento medio/alto. ¿Cuál puede ser su comportamiento electoral? La repetición de su mayoría absoluta es misión imposible. Los populares pretenden jugar la baza de la estabilidad política con el mensaje del miedo, ¡que viene el lobo!, representados por los "nuevos" sin experiencia (Ciudadanos) o por el radicalismo antisistema (Podemos), sin olvidar la perversidad congénita de los sociatas y aliados. ¿Volverán a votar al PP, aunque sea tapándose las narices? ¿Se ubicarán en una abstención significativa? ¿Transferirán parte de sus votos a otros partidos? Y si es así, ¿a cuáles?

Por otro lado, ¿sabrán los socialistas reconquistar la confianza y la credibilidad? Los ciudadanos pueden ver con "buenos ojos" su actitud progresista en la defensa de los derechos y libertades básicas, pero no es suficiente para recuperar la confianza y el voto. A pesar de ciertas iniciativas, a los socialistas no les resulta fácil trasmitir liderazgo, claridad y compromiso en su proyecto. Los nuevos partidos, ubicados en el arco de la derecha (Ciudadanos) o de la izquierda (Podemos), ¿sabrán y podrán recoger tal desencanto y desconfianza? Si así fuera, ¿cuál sería su efecto real? Las candidaturas de Unidad Popular (lideradas por IU) y de UPyD tienen escasísimas posibilidades. En el caso concreto de Balears, Més obtuvo buenos resultados en las elecciones autonómicas y locales pero, ¿obtendrá presencia en el Congreso y/o en el Senado? Es posible, pero no fácil. El Pi puede mejorar relativamente sus resultados, pero no parece que tenga posibilidades reales de éxito.

La campaña electoral ya ha comenzado. Es un hecho la volatilidad e imprevisibilidad del voto de las clases medias, una parte del cual está instalado en el voto indeciso. Las clases medias siguen siendo el oscuro objeto de deseo de todos y cada uno de los partidos políticos. Es cierto que tal voto puede ser decisivo, pero hoy por hoy no es cautivo de nadie. El futuro no está escrito.

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