Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas galantes

Una campaña de 'Hola'

El gobierno de los asuntos públicos consiste aquí en que los candidatos le cuenten al pueblo su vida privada. Así es cómo los votantes conocen ya las intimidades que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy fueron a confesarle a Bertín, las habilidades para el cante demostradas por Pablo Iglesias en El Hormiguero y lo temerario que puede llegar a ser Albert Rivera cuando se pone al volante en compañía de Calleja. Incluso el reservado Rajoy anda estos días de gira por las teles y la radio deportiva para exhibir sus amplios conocimientos sobre el fútbol y el deporte en general. Son paradojas de una campaña electoral que bien podría convertir al Hola en un semanario de información política.

Aún no sabemos muy bien qué es lo que pretenden hacer tan dicharacheros candidatos cuando lleguen al Gobierno, pero tampoco hay prisa por conocerlo. Los programas electorales suelen ser un peñazo que no da margen alguno para el cotilleo; y además, la gente sobreentiende que las promesas en tiempo de elecciones se hacen para no ser cumplidas. Lo que el público antes llamado pueblo quiere saber es qué desayunan sus aspirantes a gobernarlo, cómo se manejan en las labores domésticas y en qué equipo de fútbol depositan sus preferencias.

Esta de personalizar a un partido en su candidato es costumbre que hemos importado de Norteamérica, como el Halloween, el Black Friday, las primarias o el debate anual sobre el estado de la nación. Solo que España no es Estados Unidos, por más que se afane en imitarlos. A diferencia de lo que ocurre allá por el Rancho Grande, aquí no se elige a presidente alguno, sino a un Congreso de diputados que a su vez escogerá de entre ellos al primer ministro. Más o menos del mismo modo que los cardenales eligen papa.

Ciertamente, el elegido es alguno de los que los partidos presentan como candidato; pero nada impediría que el cónclave parlamentario designase presidente a cualquier otro. Son los diputados y no los electores quienes en segunda instancia escogen a su vez al encargado de formar gobierno mediante los pactos y apaños que resulten necesarios para ejecutar ese propósito. Que se lo pregunten, si no, al desventurado Artur Mas, que iba de cuarto en la lista presidencial de Cataluña: y ahí quieren dejarlo los diputados de la CUP.

Tanto da. Empeñados en que esto es América, los partidos presentan a sus líderes como si fuesen candidatos a unas elecciones presidenciales por votación directa. Ello exige, como es natural, la humanización del aspirante (tal que si fuese un ser inhumano) mediante su exhibición en la pantalla de la tele a la que todos acuden a contar lo llanos y accesibles que son en su vida privada.

El socialdemócrata Sánchez es el que ha llegado más lejos en ese empeño, al presentarse junto a su señora aspirante a primera dama con una bandera de España de tamaño king size como telón de fondo. Rivera cultiva a su vez un look de lo más kennediano. Y, en fin: Iglesias y Rajoy hacen lo que pueden con la guitarra y el fútbol para compensar su evidente falta de americanidad.

Todo esto ha convertido la campaña para las elecciones del día 20 en una pasarela televisiva donde se habla de casi todo, excepto de lo que los candidatos harían al llegar a La Moncloa en el caso de que los espectadores les diesen su voto. Mucho es de temer que el resultado se decida en la peluquería.

Compartir el artículo

stats