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Jose Jaume

Rivera toma nota

Albert Rivera declara haber tomado cumplida nota de lo sucedido en Gran Bretaña con el partido liberal, ideológicamente cercano al suyo, por el pacto con los conservadores: en las elecciones fueron apiolados contundentemente, pasando de ser la fuerza política decisiva a meramente testimonial. La afirmación del dirigente de Ciudadanos no ha tenido mucha repercusión, probablemente porque están sucediendo demasiadas cosas al mismo tiempo, lo que no deja que se puedan deglutir reposadamente declaraciones como éstas, poseedoras de una considerable densidad. Veamos: lo que está diciendo Rivera es que los liberales británicos han pagado muy cara su alianza con los conservadores, el gobierno de coalición entre Cameron y Clegg, que de inmediato dimitió como líder de los liberales demócratas, al propiciar tanto la mayoría absoluta conservadora como el hundimiento liberal. ¿Qué está queriendo decir Rivera? No tiene ningún misterio: una alianza entre PP y Ciudadanos puede ser letal para su partido; de lo que se deduce la conveniencia de escarmentar en cabeza ajena.

Conocido el resultado de las legislativas británicas, con el inesperado triunfo por mayoría absoluta de los conservadores, en el PP se apresuraron a trasladar lo sucedido a España: la victoria de Cameron será la de Rajoy, que también ganará desmintiendo las encuestas, que sistemáticamente le dan sí, el triunfo, pero tan escuálido que no le garantizan seguir gobernando. Lo que no parece haber calibrado el PP es que el resultado electoral inglés iba a ser tenido muy en cuenta por Ciudadanos. El análisis de Rivera seguramente es correcto: un partido nuevo, que se presenta con un programa de ambiciosa regeneración política, de reforma de las instituciones, tiene muy enrevesado justificar su respaldo a otro (PP), que en la legislatura ha exhibido unos comportamientos opuestos a los que Ciudadanos pretende introducir en España. Rivera ha descartado el respaldo a Rajoy. Si las encuestas aciertan y Ciudadanos es quien da la mayoría, ¿a quién la concederá y en qué condiciones? ¿Aceptará el PP (lo hará, si es necesario, porque se lo impondrán los poderes económicos), el desplazamiento de Rajoy y su sustitución por alguien aceptable para Rivera? ¿No es más conveniente para los intereses de Ciudadanos tratar de llegar a un acuerdo con el PSOE fletando una mayoría alternativa que, por una parte, propicie con decisión las reformas que se necesitan y, por la otra, proporcione a Rivera lo que ansía: la implosión del PP y su sustitución por Ciudadanos: una nueva derecha, moderna y reformista, alejada de los cánones clásicos de la vieja derecha española de siempre? Todo ello si al final Ciudadanos no pasa por delante del PSOE obligando a los socialistas a propiciar la investidura de Rivera.

De lo ajustado que sea el resultado del 20 de diciembre dependerá el desenlace. Si el PP se queda en la frontera de los cien diputados, no hay duda: Rajoy se irá y los conservadores pasarán a la oposición siendo abandonados a su suerte. Si se encaraman por encima de los 130 diputados, que es lo que sus medios hacen decir a las encuestas que publican, pueden tener alguna posibilidad. Ciudadanos, con una horquilla que les acerca, por la parte baja, a los ochenta diputados, dispondrán de todo el margen de maniobra que deseen manejar, porque tampoco al PSOE le sonríen los dioses: los sondeos les otorgan un techo de apenas noventa escaños. Queda por saber hasta dónde llegará Podemos, pero son cada vez más los analistas que anuncian que se le ha dado por amortizado antes de tiempo: cuidado, que con las alianzas establecidas en Galicia, Valencia y Cataluña, a lo mejor los entusiastas de su imparable ocaso se llevan un desagradable chasco.

Retornemos a la eventualidad de que Ciudadanos es quien decide el color del futuro gobierno de España, el nombre del próximo presidente en el caso de que no esté en condiciones de proponer a Albert Rivera. Sabe que pactar con los más próximos suele acarrear consecuencias casi siempre indeseadas para quien queda en posición subordinada. Si Ciudadanos da la mayoría al PP, sin coaligarse con los conservadores, se puede dar por cierto que la legislatura será corta, que no se pondrán en marcha las reformas que tanto reclaman Rivera y los suyos. Otro gobierno del PP es garantía, por la debilidad con la que saldrá de las urnas, de parálisis, de la convocatoria de nuevas elecciones a lo sumo a dos años vista. Con el actual PP en el gobierno que se forme después del 20 de diciembre razonablemente no puede aguardarse otra cosa diferente a lo que estamos viviendo. Se crearán en el Congreso de los Diputados comisiones para estudiar reformas que quedarán en nada por falta de consenso. Mariano Rajoy no es el político que España necesita. No lo es, ni tiene pretensión de ser otro diferente al que ha sido. No dispone de la capacidad de reinventarse. Rivera lo sabe sobradamente, de ahí que haya comprometido su palabra a no propiciar su investidura.

Con ello volvemos a la pregunta inicial: ¿si el PP acepta presentar a un candidato diferente se avendrá Ciudadanos a prestarle su apoyo parlamentario, como hace en los parlamentos regionales con los pocos presidentes populares que han conseguido salvarse de la quema? Es un desenlace muy abierto; hoy, primer día de campaña electoral, de complicado pronóstico. Insistamos: habrá que ver lo que deparan las urnas, cuántos diputados adjudican a las cuatro fuerzas políticas que dominarán el Congreso.

No anticipemos como seguro que será Ciudadanos el hacedor de reyes. La campaña esta vez puede decantar las cosas en sentido opuesto. Lo que sí puede anunciarse es que si el 20 de diciembre la participación supera el 75% aproximándose al horizonte del 80%, es altamente probable que la izquierda sea mayoritaria en las Cortes. Ciudadanos ha salido muy fuerte, pero también hay quien no desdeña la postrera movilización de los socialistas y la anunciada cabalgada final del Podemos. Hay dos semanas por delante. Un debate sin Rajoy y otro con el presidente y Sánchez. Casi también hay garantías de que el juego sucio proliferará: juego sucio y golpes bajos. No son unas elecciones al uso.

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