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Antonio Papell

Equivocaciones encadenadas

"La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana". La frase es de Napoleón, pero el aforismo se cumple en todos los casos. Y en esta hora de reflujo manifiesto de proceso soberanista en Cataluña, todos los actores señalan al conmilitón o al adversario para buscar culpables, mientras la sociedad civil observa perpleja la tierra quemada, en la que se han agostado las últimas cosechas y que tardará en volver a ser feraz.

En este marco, hay ya algunos ejercicios meritorios de exigencia de responsabilidades. Enric Juliana, uno de los mejores analistas de la Cataluña actual, ha observado recientemente las principales equivocaciones cometidas desde la relativa normalidad de la época pujolista a la actualidad ("Tres errores", La Vanguardia, 2 de noviembre). Los tres grandes entuertos han sido, según Juliana, el anémico referéndum de 2006 (culminación de un gran disparate en la reforma estatutaria), la formación de un segundo tripartito tras las elecciones anticipadas de octubre de 2006, y la resolución independentista del 9 de noviembre.

La síntesis es certera, pero requiere algunas ampliaciones y matizaciones. En relación al primer asunto el proceso estatutario, cuya debilidad final en el referéndum del 18 de junio de 2006, con una participación inferior al 50%, ha dado alas a los no soberanistas, no se entendería lo ocurrido si no se tuviera en cuenta la presión que Aznar ejerció sobre Cataluña tras su victoria por mayoría absoluta del 2000; sin aquel elemento exógeno, no se hallaría la causa de que, en las autonómicas de 2003 a las que ya no se presentó Pujol, ERC duplicase su representación de la mano de Carod Rovira, hasta los 23 escaños, debilitando a CiU, que experimentó un gran retroceso. El resto si es descrito fielmente por Juliana, salvo, quizá, el desvarío de Maragall, quien, en lugar de pactar un desenlace razonable de la elaboración del Estatuto con Zapatero, se resistió a ello y ofreció a Artur Mas la oportunidad de desempeñar aquella mediación, que no fue aceptada por ERC y que acentuó seriamente la crisis del PSC.

La formación del segundo tripartito en 2006 no fue feliz, después de que CiU ganara con holgura y ofreciera pactos, y supuso expulsar a CiU hacia la periferia? En el bien entendido de que la radicalización absurda de CiU, que entró a competir con ERC, no puede ser endosada a terceros: hubo otras razones endógenas para semejante deriva, secundada por el propio Pujol. Y muy probablemente, esas razones eran, por una parte, el agotamiento del acervo de competencias susceptibles de ser transferidas, y, por otra, la subrepticia normalización del gran negocio de corrupción de las elites políticas el 3% era ya un secreto a voces, al igual que la implicación de la familia Pujol en el caso que hacía necesaria a medio plazo la ruptura del cordón umbilical que unía a Cataluña con España, por el que siempre podrían discurrir, como de hecho han discurrido, molestas peticiones de rendición de cuentas si el clima político se deterioraba.

El desenlace de la historia ha sido todo él un gran error, del que la declaración del 9N es simplemente la cúspide. En esta clase de procesos vinculados a la territorialidad ha habido intentos violentos IRA en el Ulster, ETA en Euskadi y democráticos Québec, Escocia. Y en estos últimos, ni siquiera se ha planteado la hipótesis de una quiebra del estado de derecho. La sola mención de esta hipótesis ha hecho fracasar la intentona de Mas y quienes le han seguido. En definitiva, la realidad tiene muchos recovecos y las responsabilidades están francamente desperdigadas.

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