Diario de Mallorca

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El debate promovido por El País entre los principales candidatos a ocupar el palacio de La Moncloa en enero del año próximo ocupó toda la portada de la edición del diario impreso sosteniendo en sus titulares que "consolida las opciones de cambio del 20D". Es comprensible que se diga tal cosa pero resulta mucho más dudoso no equivocado, sino dudoso el que a la postre sea así. Parece obvio que en las elecciones que se acercan el panorama parlamentario español y, por extensión, el político cambiará; de eso no cabe duda alguna. Lo difícil de adivinar es cómo lo hace. ¿Mediante una transformación "desde dentro", con los partidos que se han ido repartiendo la presidencia del Gobierno en las elecciones sucesivas una vez aprobada la Constitución? ¿A través de una sacudida que sitúe en el poder o con capacidad de influir de manera notable en él a alguno de los partidos emergentes?

Como todos los expertos en sociología electoral saben, los debates son importantes; a veces incluso cruciales para decidir los votos de los indecisos. Pero lo que resulta imposible de asegurar es si resulta positivo o negativo para un candidato en concreto el negarse a debatir. Como es natural, me refiero a Mariano Rajoy, cuyo atril permaneció vacío de forma ostentosa en el cara a cara de El País. Hay quienes piensan, como yo mismo por poner un ejemplo, que ha sido un error táctico el no acudir a ese primer debate pero en realidad se trata de una impresión subjetiva y ni siquiera se puede apuntar al culpable de haber tomado la decisión de la ausencia. ¿Fue el aparato responsable de la estrategia electoral? ¿Se debió a la tendencia del presidente a preferir el silencio, que deja en la duda, por encima de las manifestaciones, que ponen de manifiesto lo que hay? Con los aspectos a tratar que centraban ese intercambio de ideas Rajoy y el Partido Popular estaban en desventaja. Habrían preferido sin duda plantear en términos económicos el debate. Pero es, una vez más, se trata de una especulación porque el mutis por el foro del presidente en funciones del Gobierno convirtió en cojo el acontecimiento. Incluso cabría pensar en que, en términos de imagen, el atril vacío jugaba a su favor. Dejaba claro que no estaba porque no quería estar.

Sí que habrá debate entre Mariano Rajoy y el candidato del Partido Socialista, Pedro Sánchez. No es difícil entender por qué: se trata de la manera mejor que hay de ningunear a quien, hoy por hoy, parece el rival más peligroso para el Partido Popular: Albert Rivera. Cualquier discusión con Pedro Sánchez dejará en manos de Rajoy la munición de las cifras que existían, tomando en cuenta cualquier indicador, en tiempos del gobierno del entonces presidente Zapatero. Con Ciudadanos, el "y tú más" no sólo no sirve sino que se volvería en un argumento a favor de cambiarlo todo para que, yendo más allá de Lampedusa, cambie algo. El 21 de diciembre sabremos si eso llega a suceder o no. Y para entonces pocos se acordarán de echar la culpa de lo que suceda a los debates.

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