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Palabras no, gracias

Poco a poco nos acercamos a la Navidad. Algunos hitos tradicionales van cumpliéndose, como el alumbrado multicolor en las calles o el esperado anuncio televisivo de la lotería, mucho más contenido que el spot-verité anterior. Sin embargo, predominan las novedades. Quizá la más sonada haya sido el éxito del llamado Black Friday, hasta el punto de que en algunos comercios el susodicho Friday duró todo el fin de semana. ¿Motivos? A bote pronto, parecería que nuestra situación económica mejora. Algo de ello habrá, no lo niego, pero, cuando menos, sorprende la coincidencia en el tiempo de tan desaforada exaltación consumista con la campaña de colecta de víveres para los bancos de alimentos. Guste o no, el empobrecimiento es una realidad, una sombra tras la que no acaba de entenderse el alegre dispendio del viernes pasado. Aunque acaso la clave sea más sencilla: celebramos el Black Friday porque se celebra en EE UU. Igual que Halloween, que de rareza pasó a formar parte del imaginario festivo patrio. En esa línea, reivindico implantar Thanksgiving Day en 2016 año bisisesto: necesitaremos un refuerzo de ánimos, y, ya puestos, aclimatar entre nosotros el día del soltero, fundamental para el comercio online chino. Antes muertos que distintos.

Otra novedad es que estas Navidades tienen el preámbulo de las elecciones generales. Y la preprecampaña también ofrece espectáculos insólitos. Así, hemos asistido por televisión a un bailongo de la vicepresidenta, a un cantecito del líder de un partido emergente, a un paseíllo en minikart del líder del otro partido emergente y a una partidita de pinpón del líder de la oposición. Creo que en breve el presidente del Gobierno cuya jocosa colleja a su vástago también hemos visto tiene pensado obsequiarnos con una partida de futbolín, y aún quedan casi tres semanas. No descartemos alguna sorpresa en Tu cara me suena o El jefe infiltrado. ¿Qué pensar? Básicamente, que las figuras políticas han de emplear recursos nuevos porque los mensajes electorales ya no se los cree nadie. El dorado panorama de un futuro maravilloso que sólo será nuestro si votamos a determinado partido es decir, a todos, porque en el prometer todos son clónicos no cuela. Y menos, dada la situación internacional. Solución: lanzarse al show business, convertirse en animador para convencer al personal de que, si no puede tener un gran presidente, al menos puede tener un presidente artista que es el alma de bodas, bautizos y comuniones. El voto bien vale echar un rato en El club de la comedia.

Los tiempos piden entretenimiento, diversión, guasa, poco pensar y todavía menos hablar. Eso se deduce de la palabra del año 2015 según los diccionarios de Oxford, por primera vez no una palabra sino un emoticono: el de llorar de risa. ¿No es paradójico? Al menos, entre las finalistas había otras dos medianamente interesantes: "ellos" y "refugiado". En fin?

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