Diario de Mallorca

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Llorenç Riera

El gran éxito de la fiesta del consumo

Hambre de consumo y necesidad de ventas. Faltaba el punto de confluencia entre ambas demandas del tejido social y comercial. Se ha hallado en el Black Friday, la diada norteamericana del descuento y el gancho para el consumidor que, de forma asombrosa, se ha implantado de inmediato, casi sin esfuerzo, sólo con tantos por ciento de precios a la baja, en estos parajes mediterráneos.

El Black Friday queda instalado en Mallorca. Ayer fue un éxito rotundo hasta el punto de obtener, de forma significativa, compradores al alba, personas dispuestas al madrugón para hacerse con las mayores rebajas de las piezas más limitadas. Comenzó hace pocos años de la mano de grandes superficies como Media Markt o El Corte Inglés, pero ya es instrumento aprovechado y apreciado para comercios de todo tipo y condición, incluidas las ventas electrónicas desde cualquier parte del planeta. El éxito invita incluso a prolongarlo durante el fin de semana y a decorarlo con nuevos elementos festivos, como el encendido de las luces de Navidad y la promoción especial de productos vinculados a tecnologías modernas.

La experiencia de ayer lleva a varias conclusiones. La primera de ellas es que el público responde si se le ofrecen incentivos que valgan la pena, grandes descuentos en este caso. Por eso, el Black Friday se vuelve éxito inmediato de importación y costumbre desconocida y, sin ir más lejos, los mercados tradicionales se estancan como inmenso escaparate de paseo dominical, sin más. Quizás a través de esta comparación el Dijous Bó deba buscar la salida ha su crisis no reconocida. La tradición no basta para vivir. En términos comerciales, sólo adquiere sentido adaptándose a los tiempos y las demandas de los consumidores.

Jornadas como la de ayer estimulan una competencia que acaba beneficiando, casi por igual, a compradores y vendedores por mero efecto del incremento de la actividad comercial. En esta oportunidad concreta también se intuye de forma clara, aunque sin exagerar, una mayor alegría del dispendio doméstico, quizás como expresión de un cierto abandono del lastre de la crisis económica o puro efecto de capacidad de adaptación a la precariedad.

Lo cierto es que con la importación afortunada del Black Friday los comerciantes han cogido aire y han ampliado la dimensión de su sonrisa. Ven en ello el preámbulo de una buena campaña navideña en la que sueñan como el maná, pero también deberán aprender que es un verdadero reto para su creatividad. Los descuentos y demás incentivos de ayer les han marcado el camino. El año es muy largo y no conviene estancarse. Convendrá sacar conclusiones oportunas de la acertada experiencia de ayer, porque con ello se propician buenos servicios para el consumidor y se acaba animando a la economía en general, que buena falta hace. El Black Friday ha llegado para quedarse. Es el efecto de la universalización del consumo.

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