Diario de Mallorca

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Tan fácil como era y ni siquiera se nos había ocurrido. ¿Que el patriarca y la mayor parte de su familia anda encausado ante la sospecha de haber metido la mano en los bolsillos ajenos? Ningún problema. ¿Que los empresarios se quejan del latrocinio en forma de un 3% de comisión obligada? Pelillos a la mar. ¿Que los socios coaligados se han ido a tomar viento, que la mayoría absoluta desapareció y la relativa anda por las nubes? Minucias de poca monta. ¿Que la ideología de centro derecha ha derivado hacia el anticapitalismo y la salida de Europa? Problemas menores. La solución es sencillísima: se hace desaparecer el partido político y se funda uno nuevo. Allí donde dice Convergència, léase Rolling Stones.

De hecho el líder de los líderes, el bastión inexpugnable e insustituible para lograr que el proceso soberanista llegue a algún sitio, en espera de saber cuál es ése, resulta no ser un partido político sino el mesías en alma y cuerpo. El partido desaparece y, ¿qué queda? ¿Sus deudas? Ni por asomo. ¿Sus errores? Ni lo permita dios. La esencia que liga lo de antes y lo de después no es otra cosa que la inteligencia suprema que, en palabras de Maquiavelo, era la mayor virtud exigible al príncipe aun cuando antes llamásemos a esa condición sentido común.

No, común no es porque no está a disposición de los demás, de los mortales. Pruebe usted a ir al banco a decirles que se pueden olvidar de la hipoteca porque ha decidido disolverse para refundar un ciudadano distinto libre de cargas. Intente convencer a la guardia civil de que el coche que aparece en la fotografía de la multa por exceso de velocidad no es ya el mismo aunque lo parezca porque lo ha sometido a un lifting y ahora es otro, un refunautomóvil distinto. Para lograr que uno diga cosas como la de que el partido entra en la chistera para salir luego sale convertido en un conejo y haya quien se lo crea hay que ser todo un mago con galones. O un padre de la patria en ciernes.

No sé yo cómo se hace para dar de alta y de baja partidos políticos. Si se trata de una empresa o de una fundación el papeleo es tremendo y resulta necesario acudir a una gestoría que sepa dónde se pegan todos los sellos. Se ve que en lo que hace al tránsito de formaciones con aspiración al poder la cosa va por otro lado. Hay que dar con el nombre idóneo y parecía que estaban ya todos elegidos entre lo de socialista, popular, democrático, convergente, unido o disperso pero la creatividad no tiene límites (lo dijo Chomsky). Si ha sido posible patentar el nombre de Ciudadanos, que parecía que era patrimonio colectivo por definición, o incluso introducir tiempos verbales como Podemos y locuciones adverbiales al estilo del Juntos (por el sí o por el no), va a ser tirado dar con del apelativo perfecto para el nuevo sostén que aparecerá una vez que Convergència caiga en el olvido. Si me preguntasen, que no lo harán, yo apostaría por adjetivar a lo grande. Llamemos al nuevo partido Forrados y eso que llevamos de ventaja.

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