Los ciudadanos somos cada vez más conscientes de cómo nos afecta el clima. Numerosas investigaciones se unen al saber de los hombres y mujeres del campo para decirnos que debemos cuidar el cielo y la tierra de nuestro planeta. Esta toma de conciencia no es suficiente porque existen intereses contrarios a la defensa del clima. Las negociaciones y los encuentros internacionales van demasiado lentos, mientras que el calentamiento global persiste y aumenta indefectiblemente.

El domingo 29 de noviembre, víspera del inicio de la cumbre mundial del clima de París, los ciudadanos de todo el globo estamos convocados a manifestarnos para exigir a los representantes políticos presentes en la cumbre que tomen medidas contundentes y urgentes para combatir el cambio climático antes de que sea demasiado tarde. Como todos saben, los recientes atentados en Francia han provocado que se prohíban, por razones de seguridad nacional, las manifestaciones y reuniones masivas de personas en este país. La marcha por el clima que estaba prevista realizar en París y que iba a ser más que multitudinaria, no podrá realizarse. Esta es otra razón más para salir a la calle a favor del clima en todos aquellos países donde todavía es posible manifestarse, como es nuestro caso.

En Palma, la cita será en plaza de España, a las 12 horas, en una convocatoria conjunta de diversos agentes sociales, coordinados por Es Racó de ses Idees, organización que ha tomado la iniciativa en Mallorca de la mano de Avaaz.org.

Según el IPCC (Panel internacional de la ONU sobre cambio climático), la temperatura de la superficie terrestre ha aumentado aproximadamente un grado centígrado en el último siglo, y al ritmo actual de emisiones, la temperatura global subirá entre tres y seis grados en los próximos cien años. Este cambio climático producido por la actividad humana será el más drástico en los últimos 100.000 años. Los efectos del cambio climático en las próximas décadas serán, entre otros, la degradación de los suelos, la desertificación, las inundaciones, la escasez de agua, el impacto de las sequías y los efectos de los fenómenos climáticos extremos. En las sociedades cuyas condiciones de supervivencia son ya de por si limitadas, producirá situaciones catastróficas ante las que no disponen de capacidad de respuesta. El colapso de las estructuras sociales y la escasez o degradación de los recursos de subsistencia causarán situaciones de crisis, conflictos y violencia. La Organización Mundial de la Salud lo plantea así: "El cambio climático con certeza conllevará una significativa pérdida de vidas humanas junto con la extinción de incontables especies de plantas y animales".

En las cumbres mundiales del clima de Copenhague 2009 y Cancún 2010 se recalcó la necesidad de no sobrepasar el umbral de los dos grados centígrados, cifra a partir de la cual el problema del calentamiento global se nos iría definitivamente de las manos. Lamentablemente los acuerdos solamente están siendo declaraciones de intenciones, no de compromisos efectivos y ni vinculantes. España está entre los países más incumplidores del protocolo de Kioto, lo que nos ha llevado a gastar más de 800 millones de euros en la compra de derechos de emisión.

Las soluciones son claras: por un lado dejar de emitir CO2, abandonando el carbón, los combustibles fósiles y apostar de una manera decidida por las renovables, por otro lado capturando el CO2 que ya se encuentra en la atmósfera fomentando la reforestación, y finalmente invertir en tecnologías que permitan ser más eficientes con el uso de la energía. La ciencia ha hablado, y ahora la pelota está en el tejado de la política y por tanto de la sociedad. Tenemos la responsabilidad de exigir a los gobiernos que asuman políticas climáticas y energéticas que nos mantengan lejos del aumento de la temperatura de dos grados. Debemos exigir a las grandes empresas emisoras de gases de efecto invernadero responsabilidad. Y debemos exigir a los gobiernos que las empresas causantes del cambio climático no sean las que decidan las políticas climáticas y energéticas.

Los ciudadanos sensibilizados por la defensa del clima y de la Tierra debemos reclamar que esos combustibles permanezcan bajo tierra y exigir una revolución energética. No se trata de confrontar posiciones, se trata de actuar en consonancia con nuestra conciencia. Todos sabemos que sobran productos industriales y de consumo en el mundo; se produce muchísimo más de lo que se necesita. Un pequeño ejemplo es la industria automovilística. En España se fabrican cada año más de dos millones de coches y se matriculan una media de 700.000, es decir que se fabrica casi más del triple de lo necesario. La agresión al planeta y a todos sus habitantes no está justificada. Regresemos, todos juntos, hacia una manera de vivir más acorde con la naturaleza. Es muy posible que, además de estar más sanos, seamos más felices. La felicidad será el precio que, seguramente, tendremos que pagar por reducir, no la calidad de vida, sino la cantidad de cosas que acumulamos para vivir. Merecería la pena pagar este precio, ¿verdad? ¡Nos vemos el 29 de noviembre!

(*) Filósofo y abogado