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Ventajas del terror

Han pasado diez días desde la matanza de París y la cosa no para. Durante este tiempo los medios de comunicación mundiales han gastado miles de horas tratando de explicar y analizar lo ocurrido. Pero yo lo tengo cada vez menos claro. Una vez más el exceso de información se convierte en desinformación. Ya sé que hay nombres de víctimas y de asesinos, de comandos, hay imágenes tremendas que no dejan margen a la duda. Pero mucho me temo que sólo es la punta del iceberg. Sólo así puedo explicarme que la tercera vía de financiación del Estado Islámico provenga, por ejemplo, de la venta de obras de arte. Dicho de otro modo, mientras asistíamos consternados a la destrucción del patrimonio artístico de Siria o Irak resulta que los bárbaros reservaban una parte sustanciosa del botín para venderla a los magnates occidentales. Y ese dinero sirvió luego para comprar armas y planear atentados. El análisis de las otras vías de financiación, por no hablar de los países proveedores de armamento, tampoco arroja un balance tranquilizador.

Entretanto seguimos con el miedo en el cuerpo y no dejan de repetirnos que estamos en guerra. Falso. Salvo las víctimas, no creo que nadie en Europa haya dejado de hacer vida normal: nos levantamos a la misma hora, pasamos por la ducha, tomamos el café, nos conectamos a Internet, vamos al trabajo, al gimnasio, al colegio etc. Asombrosamente eso es lo que nuestros gobernantes y muchos medios de comunicación consideran una guerra. Quizá sería bueno que se dieran un garbeo por aquellos países donde existe un estado de guerra real „a menudo fomentado por las potencias del primer mundo„ y donde la gente apenas puede dormir por culpa de las alarmas y los bombardeos. Luego viene el resto del día, sin ducha ni internet ni oficina climatizada. Sólo disparos. Ahora bien, como se ha divulgado la idea de que estamos en guerra, no hacen más que salir militares en las radios y televisiones. Hablan mucho, les oigo. Pero si la conclusión es que nos hallamos ante un tipo de conflicto armado que discurre por unos cauces inéditos „el enemigo está en casa y no le importa morir matando„ es evidente que los militares no tienen ni idea de cómo enfrentarse a la nueva situación. Así pues, todos vamos en cueros, los que visten uniforme y los de paisano .

En todo caso, algo es seguro. Si se expande la falacia de que estamos en guerra „y encima nos lo creemos„ nada resulta más lógico que acatar las medidas y órdenes de nuestros gobiernos. Está visto que una sociedad „y sobre todo el Poder„ no puede vivir sin enemigos. El enemigo une, nos despierta, justifica muchas acciones que serían ilegales en tiempo de paz, y hace aconsejable el control férreo sobre los ciudadanos. El resto es cosa sabida. Una sociedad más controlada tiene un menor margen de maniobra individual y colectivo. Veremos menos reivindicaciones, menos protestas, menos gestos anónimos, menos palabras libres. ¿A quién beneficia entonces el terror que nosotros mismos en parte financiamos?

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