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Antonio Papell

El soberanismo pierde fuelle

Es chocante que haya tenido que ser la firmeza de las CUP, una organización antisistema coherente con sus postulados ideológicos, la que ha obligado al nacionalismo catalán -el burgués de CDC y el radical de ERC- a tomar conciencia de su propia fuerza y a plegarse a los dictados de la realidad. Porque, de hecho, en las elecciones plebiscitarias -es decir, convertidas en plebiscito por los nacionalistas, cuando no había necesidad de ello-, el nacionalismo separatista, organizado en torno a la lista unitaria de 'Junts Pel Si' obtuvo el 39,60% de los votos, en tanto el independentismo de extrema izquierda, que nada tiene que ver con el nacionalismo romántico de Pujol, logró el 8,21%. Si se suman ambas opciones, que son como el agua y el aceite, sale el 47,81% de los votos.

La negativa de la CUP a apoyar a Artur Mas, el delfín de Jordi Pujol, el ahijado del clan patriarcal que ha gobernado Cataluña durante veinte años, el que ocupaba los cargos de conseller de Economía y de conseller en Cap mientras se cometía el gran latrocinio, ha hecho caer del caballo a buena parte de los que han seguido con automatismo no exento de perplejidad el delirante proceso soberanista, que llegó a su cenit cuando la presidenta del Parlament, y antigua dirigente de la dudosa ANC, gritaba aquel estentóreo "Visca la república catalana".. La reacción más ilustrativa ha sido la del actual conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, quien sencillamente se ha negado a adherirse a una declaración de insurgencia como la que el parlamento de Cataluña ha tenido la indecencia de aprobar. Tras su pública disidencia, han comenzado a producirse explícitas defecciones -los consellers Jordi Jané, Santi Vila, Irene Rigau, Felip Puig, Germá Gordò?-, y el propio Francesc Homs, candidato de CDC -partido que pierde su nombre, embarrado por la corrupción, y en lo sucesivo se llamará Democracia y Libertad (sic)- a las elecciones generales, ha sugerido que en la próxima legislatura habrá que emprender nuevos y constructivos diálogos con el Estado para resolver el conflicto catalán. Vuelve la tercera vía. Por ahí debíamos haber empezado.

Lo más sintomático, sin embargo, no ha sido la disidencia interna en el seno de CDC sino la desafección social que ha ido cosechando la independencia a medida que el partido fundado por Pujol iba haciendo degradantes concesiones a la CUP, por añadidura sin éxito, para tratar de conseguir la investidura de Mas. Los grandes medios de comunicación catalanes, que siempre han acompañado con singular sensibilidad los movimientos ideológicos y sociales del Principado, se han desmarcado con llamativa subitaneidad del 'procés', que avanzaba a toda máquina hacia el precipicio. El pasado día 10 de noviembre, "La Vanguardia" afeaba en un durísimo editorial la votación parlamentaria de la declaración rupturista en estos términos: "El grave error táctico cometido por la coalición Junts pel Sí y muy particularmente por Convergència Democràtica -el partido que ha gobernado Catalunya durante 28 de los 35 años de autonomía-, consistente en tramitar una resolución maximalista y rotundamente inconstitucional a cambio de nada, lo puede acabar pagando el conjunto de la sociedad catalana. No es inteligente. No es justo. No es necesario. No fue eso lo que se votó el pasado 27 de septiembre". Y, tras describir y afear la sinrazón, concluía en estos términos: "La mayoría parlamentaria catalana ha cometido un grave error que contradice el deseo y la intención de parte de sus votantes y que puede colocar al Parlament en ruta de colisión con la propia sociedad, que mayoritariamente no desea rupturas, ni teatrales esguinces. El error debe ser rectificado". Es difícil explicarlo mejor.

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