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Norberto Alcover

Tiempos de definición

Cuando aparezcan estas líneas, los grandes dilemas catalanes se habrán resuelto y el Estado habrá procedido como mejor le haya parecido. Ausente para escribir en su momento, dejo el texto preparado para su edición oportuna, hoy, jueves 19 de noviembre. La situación, como decía al comenzar estas líneas, será, ya, la que será y los ánimos estarán como estarán. Pero con toda seguridad, España vivirá una profunda zozobra, aunque ahora mismo, desconozco por completo en qué puede ir a parar este maldito embrollo de pasiones sustitutorias del razonamiento más elemental. Los españoles tendemos, creo que sin poder evitarlo, a la crispación permanente. Y si no hay motivos, nos los inventamos. La cosa es golpear a alguien. De esta enfermedad tan antidemocrática no hay manera de curarnos. Feixina al fondo.

Pero de lo que no cabe duda, es de que nos ha llegado "un tiempo de definición", y definición ante el país al que pertenecemos y del que formamos parte. Sin que me valga declararse independiente del mismo en la esfera de los deseos: si se desea, que se diga y ponerse a trabajar de forma constitucional. Lo que no se ha hecho en Cataluña € por la sencilla razón de que los independentistas catalanes se han saltado antes de hora la Constitución con absoluta tranquilidad, lo que rompe toda posibilidad de encuentro político. Y sin que el federalismo propugnado por algunos, salve la situación: siempre se querrá más. El federalismo no es independencia. No juguemos con las palabras ni con los conceptos. En una palabra, que nos ha llegado el momento de definirnos ante el ahora y el porvenir inmediato y nada digamos mediato. Con Escocia al fondo. Con Quebec al fondo. Con Bretaña al fondo. Definirse. Y por supuesto, exponerse porque de esta confrontación nadie marchará de rositas.

Ahora bien, por una serie de razones personales y vocacionales, me siento movido a proclamar el diálogo como única posible fuente del más somero entendimiento. Será hacer política. Será sentarse a compartir puntos de vista. Será llevar a cabo un auténtico acto de humildad nacional. Será lo que sea. Pero más allá del habla intercambiada y de la correspondiente abnegación de los propios intereses, será absolutamente imposible curar, aunque sea tan solo un poco, esta herida descomunal que crece y crece en España, vía Cataluña. Aunque nunca se diga, todo distanciamiento político encierra una serie de "pecados éticos" completamente conocidos, como totalitarismo ideológico, lejanía dialogal por principio, egoísmo intratable, es decir, sin posibilidad de que se trate, absolutismo conceptual, y en fin, siempre sin excepción la ley de los más radicales que, en minoría, deciden, al final, los detalles de la acción sin admitir pega alguna. Así es imposible intercambiar palabras y sí palabras de enorme acritud hasta desembocar en soluciones parece que nunca deseadas por nadie € o sí deseadas, porque cuanto peor € mejor.

Retorno al comienzo. Cuando aparezcan estas líneas, tanto Cataluña como España, sin que sean dos realidades diferentes de suyo, habrán decidido lo que tenían decidido hacer. Tiempo han tenido para meditarlo. Y en la lejanía, contemplaré el resultado de este choque de trenes, ante la mirada desconcertada de los grandes países y el pánico del empresariado que solamente perjudicará a los trabajadores. El espectáculo estará servido para todos, porque nadie escapará de su propia quema. Y volverán a decirnos que los españoles somos incorregibles y que, como consecuencia, después de cada victoria €. volvemos a las andadas, que tanto desconciertan a quienes nos contemplan. Pero a nosotros nada de esto nos importa. Nos importan nuestras pasiones desatadas. Que nos dividen y nos trituran. Como tantas otras veces.

Pero todo esto viene de más atrás. Todos ustedes lo saben. Y a cualquier persona le produce pánico objetivar el pasado. Qué lástima.

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