Diario de Mallorca

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Si Aristóteles viviese hoy creo que no entendería nada. Para Aristóteles la política era la actividad más noble a la que podía dedicarse una persona y, de hecho, el único medio capaz de convertir a los niños en ciudadanos. Ética y política, así, venían a ser en cierto modo lo mismo, el vehículo de un pensamiento racional que le era dado al ser humano por naturaleza pero no por completo; había que ganárselo por medio del estudio y la disciplina, del pensamiento y de la acción.

¿En que se ha convertido la política hoy? Miremos a nuestro alrededor y el diagnóstico cae por sí solo. En algunos casos, no todos pero sí los suficientes como para que las alarmas salten, la política se ha vuelto el corral de los pícaros, el medio de enriquecerse a través de lo que los tribunales consideran un delito y el sentido común califica, como poco, de desvergüenza brutal. Esas manzanas podridas han contaminado de tal manera el barril que, por extensión, sobre la inmensa mayoría de la clase política cae un estigma difícil de evitar. Es obvio que se trata de una injusticia pero ¿cómo evitarla? Hace poco nada menos que un catedrático de sociología de la que es una de las universidades más prestigiosas de España, la Autónoma de Madrid, con más de veinticinco libros publicados, escribía sobre el presidente en funciones de la Generalitat de Cataluña calificándolo de politópata, un neologismo inventado por afinidad con el de psicópata. La razón de calificarle así venía de dos fuentes. Su carácter, definido con las propias palabras del profesor, como envidioso y egocéntrico, conspirador y victimista, fabulador y fraudulento. La segunda fuente de su politopatía eran las consecuencias de sus actos. Cito de nuevo sin cambiar una sola coma: un personaje manipulador que pervierte cuanto toca llevando a la destrucción a quienes confiaban en él.

Tremendo, ¿verdad? Si la política era, según Aristóteles, la más elevada de las ciencias, si fueron actos políticos los que llevaron siglos más tarde a la Ilustración y al Estado de derecho, ¿qué hemos hecho para convertirla en un santiamén en semejante basura? Volviendo al personaje Mas como ejemplo, miremos de nuevo hacia lo que nos rodea, contemplemos la almoneda del poder en que se ha vuelto la ceremonia de la confusión dentro de lo que se viene a llamar proceso soberanista y observemos el barullo tremendo en que, por culpa de unos y otros, ha derivado. ¿Hay salida? Nadie lo sabe. Algunos tenemos la impresión de que la inmensa mayoría de los implicados a uno y otro lado del Ebro tienen a pensar lo mismo, que con un mínimo de cordura y prudencia se podría tal vez enmendar tanto daño. Pero los días pasan sin que suceda eso y comenzamos a depositar la esperanzas en las elecciones del 20 de diciembre casi con el mismo espíritu irracional con el que aguardamos el sorteo de la lotería de Navidad. Puestos a buscar un milagro, ojalá que Aristóteles reviviese. Tal vez terminábamos por aprender algo de sus palabras.

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