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Los lentos y tristes avances de la UEM

El 21 de octubre último, se produjo una comunicación de la Comisión Europea conteniendo determinadas propuestas dirigidas fundamentalmente al Consejo de la Unión, con la finalidad de avanzar en la implantación de las recomendaciones del informe de los "Cinco Presidentes". Como se recordará, a principios de este año, se publicó un texto suscrito por Jean-Claude Juncker, Donald Tusk, Jeroen Dijsselbloem, Mario Draghi, y Martin Schulz (presidentes de la Comisión Europea, del Consejo, del Eurogrupo, del BCE y del Parlamento Europeo, respectivamente), en el que se esbozaban los planes para fortalecer la unión económica y monetaria en Europa.

Confieso que me encuentro entre aquellos que se muestran críticos con la evolución del proceso de integración europea y particularmente con la manifiesta incapacidad mostrada para resolver, en tiempo y forma, la crisis del euro. Ello no es óbice, sin embargo, para reconocer que, aunque muy tímida y lentamente, se intentan dar pasos para mejorar la integración; seguro que para algunos los avances, entre los iniciados y los anunciados, van más lejos de lo que muchos desearían.

En esa dirección, a finales de junio, los cinco presidentes dieron un paso más, para establecer una hoja de ruta para las nuevas reformas. En mi opinión, es de lamentar que la misma no aborde uno de los problemas que, en este momento, presenta mayor dificultad, cual es el papel que la política fiscal puede, y debe, jugar para contribuir a la estabilidad macroeconómica.

Sabemos que el Banco Central Europeo no estuvo tan acertado, ni fue tan diligente, como la Reserva Federal de EE.UU. en los momentos iniciales de la crisis, para hacer frente a la misma. Y no lo es menos que ese grave error, que ha tenido costes muy elevados, ha ido corrigiéndose progresivamente desde que Mario Draghi tomó las riendas del banco central del euro. Ahora podemos decir que, efectivamente, se ha hecho y se está haciendo todo lo posible para defender la existencia de la nueva moneda, aún a pesar de la fuerte oposición de los ordoliberalistas alemanes. Sin embargo, el uso exclusivo de la política monetaria, con todo el potencial que se deriva de unos tipos de interés nominales cercanos a cero y la más reciente puesta en práctica de una política europea de facilidades cuantitativas, no está siendo suficiente para que el conjunto de la zona euro consiga despegar.

No discutiré que se precisan reformas estructurales que mejoren la competitividad de la economía europea --y particularmente la de algunos países periféricos, como España--, pero nos enfrentamos no sólo a un problema de oferta, sino que resulta evidente que existe otro de insuficiencia de demanda, frente al cual hemos venido planteando una política fiscal pro cíclica. Sin duda, parte de las reformas necesarias en el ámbito de la UEM, será revisar las políticas fiscales que se desprenden del pacto de estabilidad.

Pero vayamos a lo que tenemos, aunque no sea mucho. El acuerdo de la Comisión Europea inicialmente citado, establece cinco áreas de acción que ya estaban contenidas en el discurso que pronunció Juncker ante el Parlamento Europeo, en el mes de septiembre, sobre el Estado de la Unión.

La primera consiste en perfeccionar lo que se conoce como el semestre europeo y el ciclo anual de la coordinación de las políticas económicas en la UE, que se introdujo en 2011 y que, en opinión de la propia Comisión, se ha convertido en un importante vehículo para coordinar las políticas económicas y establecer recomendaciones específicas para cada país, destinadas a influir en la formulación de las políticas nacionales. Los principales cambios que considera conveniente la Comisión consisten en mejorar la interrelación entre los niveles nacionales y el del conjunto de la zona euro, prestando más atención a los efectos sobre el empleo y las condiciones sociales, para lo que se reclama una mejor difusión de las mejores prácticas.

La segunda línea de actuación consiste en crear un Consejo Fiscal Europeo. Es de recordar la insistencia de la UEM sobre la necesidad de que los países de la eurozona crearan un consejo fiscal independiente, como organismo de control sobre la gestión de las finanzas públicas. En España, visto lo visto, de momento, el gobierno no le hace demasiado caso. Ahora se propone un consejo para el conjunto de la UEM, compuesto por cinco miembros que tendrían como misión evaluar la evolución fiscal de la eurozona considerada como un todo, asesorando a la Comisión en esta materia.

La Comisión también quiere --y sería su tercera línea de actuación-- que en cada estado miembro de la UEM se establezca un consejo de competitividad, destinado a supervisar las reformas que han de realizarse para que las economías europeas sean más competitivas. Se trataría de unos consejos independientes del gobierno, con funciones exclusivamente consultivas, sin descartar que, en el futuro, pudieran tener más competencias.

La cuarta propuesta de la Comisión consiste en establecer una única representación colectiva de toda la zona euro en los organismos internacionales, tal como el FMI. En la actualidad, cada país se representa a sí mismo en muchos organismos y, en otros casos, es el BCE el que representa al conjunto.

Finalmente, nos encontramos con un objetivo esencial, cual es consolidar la unión bancaria, que fue puesta en marcha el pasado año, con la implantación del mecanismo único de supervisión, dirigido por el Banco Central Europeo, a lo que se ha añadido un enfoque común en la forma en que han de resolverse las situaciones de crisis bancarias, pero que está pendiente de la promulgación de disposiciones normativas concretas. Además, dado que el fondo para la resolución no estará completado, con las aportaciones de los bancos, hasta 2025, la Comisión considera conveniente que pudiera crearse algún mecanismo puente dotado de un fondo que, en su caso, apoyara las resoluciones bancarias. Queda además, una de las cuestiones más polémicas, cual es construir un seguro de depósitos para el conjunto de los bancos europeos.

Estos nuevos planes implican mayores niveles de integración y, en ese sentido, resultan positivos, aunque, al mismo tiempo, son muy tímidos y se ejecutan a un ritmo excesivamente lento.

Pero, y este es un tema muy relevante, chocan frontalmente con los intentos del Reino Unido de renegociar las condiciones de su adhesión a la UE. Es mejor una Europa con el Reino Unido, pero plenamente integrado; si no es así y va a condicionar todavía más el proceso de unión real, mejor que decidan marcharse.

Sin duda, lo último que tenemos es más que nada, pero seguimos avanzando muy lentamente. Quizá, aunque no nos guste a algunos, puede que sea la única forma. Pero no debemos olvidar que será imprescindible compartir más soberanía y más solidaridad; cuanto antes, mejor.

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