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UK, un freno

El Reino Unido ha dado a conocer sus condiciones para permanecer en la Unión Europea, y pese al cuidado que ha puesto Cameron en no agredir a sus socios, el listado de demandas es alarmante: pretende reducir las prestaciones sociales que el Estado británico proporciona a los inmigrantes para reducir así la inmigración; aspira a obtener garantías de igualdad de trato para los países que no están en el euro con los que sí lo están; quiere avanzar en la competitividad a toda costa, lo que requiere reducir la carga impositiva de las empresas; y desea "estar exento del principio de una unión cada vez más estrecha" para lo que habrá que reforzar los parlamentos nacionales no sólo con palabras sino mediante "reformas legales irreversibles".

No es necesariamente negativo que haya una Europa a varias velocidades, en la que permanezcan el Reino Unido y otros países que deseen una simple asociación con el tronco y no un avance de la unión federal. Pero lo que resultaría inaceptable es que para que Londres se sienta cómodo, la Unión Europea desistiese de sus objetivos más magnánimos de integración y gobernanza. Después de todo, la Europa comunitaria se parece mucho a un club en el que no es obligatorio estar, pero en el que quienes estén tienen que cumplir escrupulosamente las reglas de admisión. Y no sería de recibo que el Reino Unido tuviera todas las ventajas de estar -un mercado abierto de 500 millones de consumidores- y ninguno de sus inconvenientes.

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