Mentiría si no dijera que las próximas elecciones generales en España me tienen preocupado. Y no sólo por lo que me afecta como político en activo, veremos por cuanto tiempo, sino básicamente por lo que hace a mi condición de simple ciudadano, porque esta cita electoral necesariamente debe significar un cambio de rumbo en el día a día de cada individuo en nuestro país. Decía Maurois, que la única manera de conservar el orden social es adaptar las instituciones a los hechos. Añadía, que un conservador inteligente es siempre un reformador. Pues bien, o cambiamos las cosas pausadamente, con firmeza pero sin rupturas, avanzando; o los cambios se producirán de todas maneras pero con crudeza, imposiciones y lo más importante, pérdida de libertades individuales. Quien cree que está al frente de una alta misión moral auto impuesta, radicalidad democrática, ¿lo recuerdan?, suele convertirse fácilmente en un fanático, y lo que es peor, su objetivo es imponer su verdad a los demás, sea como sea ?

Las últimas convocatorias electorales a las que hemos asistido, como simples espectadores o protagonistas, me han dejado claro un concepto: hoy por hoy la economía sigue siendo importante, pero no decisiva, en la sensibilidad del ciudadano. Las europeas, las griegas, las autonómicas, las catalanas ? en todas ellas ha habido elementos externos a la economía que han resultado decisorios, por este orden : hartazgo social en las europeas, imposición de la troika comunitaria en las griegas, falta de sintonía con los ciudadanos en las autonómicas baleares, o el soberanismo en Cataluña ? El sentido común exigía estabilidad económica, sin embargo gran parte del electorado ha votado cambio, la economía ha pasado a segundo plano, y la dignidad, el amor propio, quizás una cierta airada irracionalidad se ha impuesto. Esa es mi visión de las cosas.

El cambio, por evolución es imparable, las formas en política, ya han variado, aunque haya ciertos líderes que no quieren enterarse, y por tanto la conexión con los ciudadanos estará, será, de aquellos que sepan leer esa nueva sensibilidad ciudadana. Al fin y al cabo, los que sólo comunican, los de la dialéctica brillante, sin ideología ética, sin valores, siempre son, y serán, coyunturales. Ergo, la consecuencia sólo puede ser una: mi partido, mi presidente, debe entender que no podemos depender exclusivamente de la economía, que la proximidad, la sensibilidad hacia los problemas personales de los ciudadanos, es un valor tan tangible como la comodidad, o sentirse seguros, a salvo. O como la experiencia y la previsibilidad, que son también valores absolutos, éticos, no sólo políticos. El ciudadano es cierto que vota en colectivo, la famosa ola política, a favor o en contra, pero siente como individuo, íntimamente, y si uno quiere complicidad con él necesita, debe imperiosamente, conectar con el individuo, no sólo con la masa.

Yo apuesto por el cambio por evolución, no por ruptura, yo creo de verdad que el cambio se inició en noviembre de 2011, que desde entonces hasta ahora ha habido diferentes reformas, algunas profundas, otras más tenues, que ciertamente hemos avanzado, quizás menos de lo deseado, y que se han cometido algunos errores, pero, sin duda, hemos preparado un mejor marco, unas condiciones sociales y económicas, donde se salvaguarden la defensa de los individuos, de sus libertades, de la igualdad social -que mejor servicio que intentar obtener digno trabajo para todos- y que aunque nos queda mucho camino por recorrer, estoy convencido que es mejor seguir por esta senda, rectificar cuando sea preciso, profundizar en la individualidad libre, en la solidaridad desde la iniciativa de cada uno, y que efectivamente, la Administración, los políticos, juguemos en esa Sociedad cada vez más solidaria, pero libre, un papel secundario, de simple elemento catalizador de las aspiraciones sociales. Los ciudadanos no necesitan que les digamos los políticos qué hacer, basta con que entendamos lo que nos dicen ellos a nosotros.