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Llorenç Riera

La oscura causa de una defenestración

La dirección nacional del partido veta a Álvaro Gijón como número 4 de la lista del PP al Congreso. Es una doble derrota de los rodriguistas y una desautorización de la junta insular que ahora exige una rectificación

De sobresalto en sobresalto. El PP de Mallorca, ahora mismo, está lejos de la estabilidad. Es más bien un mar de confusiones en el que abunda la sorpresa y, por efecto de ésta, la improvisación.

Álvaro Gijón era la semana pasada el candidato firme del sector oficial y en concreto del área palmesana del partido que controla José Maria Rodríguez, para encabezar la lista insular del PP al Congreso de los Diputados. La experiencia y la moderada juventud conformaban su patente a modo de alternativa que también aspiraba a ser renovación. Hoy, Gijón es un hombre apartado, casi abandonado en la cuneta del partido.

Mateo Isern le ganó de manera nítida la pugna para liderar la candidatura. Gijón tuvo que conformarse con el número 4, pero ahora la dirección nacional del partido le aparta por completo con un veto que le impide permanecer en el puesto que el 32% de los votos alcanzados le otorgaba. Es, con todas las de la ley, una desautorización rotunda, primero a la dirección regional del PP, ahora encabezada por Miquel Vidal, que había procurado el consenso y el diálogo entre los dos grandes sectores de los conservadores mallorquines y después, un duro golpe a los llamados rodriguistas, acostumbrados a tener desde Palma la clave de muchas situaciones y que ahora, de la noche a la mañana, se quedan arrinconados entre decisiones locales y nacionales. Veremos cuál es su reacción y capacidad de maniobra. De momento la junta regional ha tomado el acuerdo de exigir a Madrid que anule el veto a Gijón.

Pero la grave determinación de apartar al exedil de Palma debe haberse tomado por algún motivo. ¿Qué ha pasado? ¿Porqué se adopta tan drástica decisión? A falta de explicaciones claras y convincentes, cabe la especulación basada en la interpretación de los comportamientos, aún que sea reivindicando la justificación, porque los militantes del PP en particular y la ciudadanía en general, tienen derecho a saber a qué atenerse en cuanto a la actuación de cargos públicos electos -Gijón dispone de escaño en el Parlament- aspirantes a la renovación en otras instituciones de mayor rango como el Congreso de los Diputados.

Madrid sabe algo que calla y le da miedo. Sólo desde esta posición tiene sentido una decisión conflictiva en su propia naturaleza y que, salvando las distancias, se asemeja a la que un día tomó Aznar con respecto a Cañellas. Resulta significativo que las intervenciones más impactantes que se toman desde la madrileña calle Génova, con respecto a Balears, estén vinculadas a la exclusión de candidatos.

Gijón ha tenido responsabilidades ejecutivas en Cort. Mateo Isern se pasó la jornada de ayer asegurando que no ha intervenido para nada en el rechazo de quien fuera su concejal y después rival. Las miradas giran hacia una Rosa Estarás bien informada de cuánto pasa en Palma y a la que se atribuyen afinidades con Dolores de Cospedal. El arrinconamiento de Gijón tienta por igual a repasar su actuación en la Platja de Palma, el Palacio de Congresos o los aparcamientos. El PP de Madrid parece ir más avanzado que la opinión pública en este sentido. Pero su silencio resulta corrosivo para el partido.

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