Cuando una mujer se queda embarazada se inicia un largo camino de cambios fisiológicos internos que darán lugar a un nuevo ser. Dado que el embrión es el resultado de la fusión de células maternas y paternas, el sistema inmunológico de la madre debe aceptar la presencia de genes y antígenos distintos en su interior. Como consecuencia de ello se produce un estado de inmunotolerancia celular hacia el nuevo organismo vivo. Sin embargo, el funcionamiento general del sistema inmune permanece intacto e igual de eficaz que antes de la gestación, respondiendo de forma adecuada a los diferentes estímulos inmunológicos que le llegan del exterior.

Durante el embarazo la mujer puede sufrir las mismas infecciones que la no embarazada, ya que su nueva situación no la protege de los microorganismos que la acechan. Por ello, ahora que se inicia la temporada de vacunación antigripal debe recordarse que las embarazadas constituyen uno de los principales grupos de riesgo, de especial protección, que deben ser protegidos con la administración rutinaria de esta vacuna.

Desde la pandemia gripal de 2009 se ha confirmado que las embarazadas presentan un mayor riesgo de complicaciones y hospitalización cuando son infectadas por el virus de la gripe. Las tasas de hospitalización son similares a las observadas en los menores de dos años y mayores de 65 años; siendo el porcentaje de ingreso hospitalario del 30% en este grupo. Se ha comprobado que el embarazo es un factor que incrementa el riesgo de padecer complicaciones médicas durante la infección gripal, debido fundamentalmente al incremento en el gasto cardiaco, mayor esfuerzo y consumo de oxígeno, así como al descenso de la capacidad pulmonar y cambios en las funciones metabólicas. Mediante la vacunación se podría evitar una media de 2-5 hospitalizaciones por cada 1.000 mujeres vacunadas, disminuyendo esa tasa a valores de las no embarazdas.

Las consecuencias de la gripe en la embarazada pueden ser muy graves y determinar el fallecimiento de la misma, aunque en casos muy excepcionales. Sin embargo, lo que sí ocurre en la mayoría de ocasiones es un efecto directo sobre el feto o el embrión, es decir la aparición de abortos espontáneos o partos prematuros. Una observación importante es que en general la madre con gripe no trasmite esta infección al recién nacido ya que el virus gripal no produce viremia y por ello no llega al embrión.

Por lo tanto ya tenemos una poderosa razón para vacunar a las embarazadas de la gripe, y es su propia protección durante toda la gestación, de modo que le permita llevarla hasta el final sin complicaciones. Aunque se puede vacunar en cualquier trimestre, es recomendable que se haga a lo largo de la campaña de vacunación estacional, independientemente de que el niño vaya a nacer fuera de la época gripal (diciembre-febrero), ya que el objetivo inicial es siempre la protección de la gestante.

Pero además de proteger a la gestante, la vacuna antigripal también protegerá al recién nacido de los virus gripales. La transferencia placentaria de anticuerpos al feto se inicia normalmente en el primer trimestre y va aumentando progresivamente con la gestación. Los anticuerpos ya pueden detectarse en el feto en la semana ocho y van ascendiendo hasta la semana 20 a partir de la cual su concentración iguala a la materna. Cuando la embarazada esté en el segundo o tercer trimestre y se prevea que el niño vaya a nacer en los meses gripales, la vacuna antigripal es esencial para proteger tanto a la madre como al niño. La tasa máxima de anticuerpos maternos se produce en ese período gestacional y en el tercer trimestre alcanza los valores máximos que son transferidos de forma activa al feto. Por ello es tremendamente importante esta vacunación antigripal en los meses previos al parto. Además, si el niño recibe lactancia materna la tasa de anticuerpos protectores puede alcanzar hasta el sexto mes de vida, momento a partir del cual ya podría ser vacunado. En la actualidad no se puede vacunar de la gripe por debajo de esta edad debido a la escasa respuesta inmunológica que induce; de ahí la importancia de los anticuerpos maternos.

Múltiples estudios han demostrado la ausencia de efectos adversos o indeseables tanto en la madre como en el feto tras la vacunación antigripal. Tampoco se han observado efectos sobre el crecimiento intrauterino, la prematuridad, el parto prematuro o el aborto espontáneo. Por todo ello, puede afirmase con absoluta rotundidad que la vacuna antigripal es totalmente segura y eficaz para las mujeres embarazadas.

Uno de los principales problemas que nos encontramos es la aceptación de este tipo de vacuna por parte de la embarazada; siempre con la idea de no afectar al feto. Por lo tanto es todavía necesario realizar campañas informativas tanto para la población diana (mujeres embarazadas) como para los sanitarios que las atienden (comadronas y obstetras), pues su actitud frente a la misma es el elemento clave para conseguir trasmitir la confianza en los beneficios de la vacunación antigripal a las mujeres embarazadas. La vacuna de la tosferina y la antigripal deben pasar a ser consideradas como las vacunas de la embarazada, de modo que los programas de seguimiento y control de estas mujeres contemplen su administración de una forma rutinaria y sistemática.

La embarazada debe ser considerada como una fuente de anticuerpos no sólo en su beneficio sino en beneficio fundamentalmente del feto y del niño que va a nacer. Esta estrategia preventiva es la única que asegurará la protección del recién nacido frente a una de las enfermedades infecciosas de mayor gravedad y consecuencias para la población menor de seis meses.

(*) Jefe de Virología Hospital Universitario Son Espases