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Indecencia

Artur Mas está dispuesto a plegarse a las exigencias de la CUP para sobrevivir políticamente. Su futuro no es precisamente ilusionante en ningún caso pero el epígono y hombre de confianza de la familia Pujol sabe perfectamente que, si ahora es apartado de la primera línea del 'proceso', resultará arrollado definitivamente por las circunstancias y por sus propios conmilitones. De ahí la indecencia: para esta clase de gente, los principios no son nada cuando lo importante es seguir a flote.

Por fortuna, no todo el mundo es tan acomodaticio y, a lo que parece, los de la CUP tienen más principios éticos que los volubles nacionalistas, algunos de los cuales, por lo que estamos viendo, no hallan impedimento en el patriotismo para apoderarse de todo el dinero público que sean capaces de abarcar. Y finalmente los radicales de izquierdas tienen que parar los pies a los hipócritas identitarios que se pondrían en sus manos con tal de no perder la primacía.

Lo grave es que la sociedad catalana, sin duda atemorizada por lo que está pasando, no consiga reunir las fuerzas suficientes para gritar los dicterios que merecen quienes la han tomado en rehén para colmar sus oscuros objetivos. Porque ya no es posible engañar a nadie más: no hay una brizna de filantropía en la desaforada ambición de quienes arrullaron a Pujol en su ascenso de veinte años a la hornacina de la gran corrupción.

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