La sucesión de escándalos de corrupción en el seno de la Policía Local de Palma parece no tener fin. Esta semana se han vuelto a producir detenciones de miembros de la Patrulla Verde acusados de extorsión y otras prácticas ilegales a empresarios de locales de ocio nocturno, no sólo ya de la playa de Palma, como antes, sino también del paseo Marítimo, la zona de Gomila y hasta los bares de los polígonos industriales de la periferia palmesana.

El auto de imputación dictado por el juez instructor resulta demoledor y claro como en pocas ocasiones. Sitúa los hechos como una verdadera trama organizada cargando culpas no sólo sobre los agentes detenidos y enviados a prisión, también sobre sus mandos y hasta los cargos municipales y políticos electos de varios consistorios. El mal viene de lejos.

Pero no todo es corrupción en el amplio colectivo policial de Palma, aunque ella tape la buena acción de quienes obran con profesionalidad y conforme a la ley. Estos días se ha sabido también que los agentes que pusieron en conocimiento de sus superiores cuanto ocurría de irregular en la Patrulla Verde fueron castigados con presiones y ocupaciones denigrantes como la de "limpiar mierda" en la perrera municipal. La cadena de extorsiones que se han ido desvelando ahora se suman a los escándalos anteriores por la manipulación de oposiciones o a la vinculación de algunos agentes con grupos mafiosos como los Ángeles del Infierno. Todo ello es de una gravedad inusitada y deteriora muy seriamente la imagen y la confianza que tenía depositada la ciudadanía en un cuerpo tan imprescindible como el de la Policía Local de Palma. Recordemos también que en los últimos tiempos ha habido problemas y disfunciones semejantes, de distinto calado, con agentes de municipios como Calvià o Llucmajor.

Ante todo ello, es imprescindible afrontar con urgencia y profundidad una regeneración en la Policía Local tanto de Palma como de otras zonas de Mallorca. Mucho se ha hablado de la figura del policía tutor o de proximidad, pero la realidad es que lo que vivimos en el día a día, y la sucesión de vergonzosos escándalos, proyectan una imagen que crea gran desconfianza en los ciudadanos y, sin duda, desolación en los agentes que cumplen escrupulosamente con su tarea.

Los delirios de grandeza de gestores públicos que estimularon la creación de una especie de sucedáneo de policía autonómica o que sirvieron para inmiscuirse en áreas más propias de la Guardia Civil y la Policía Nacional, han derivado en pretenciosos cuerpos de élite con mandos y algunos integrantes que acabaron implicados, según los detallados informes judiciales, en la extorsión, el sexo y el enriquecimiento personal.

Se impone un verdadero cambio. Resulta imprescindible que se vuelvan a concentrar sobre sus objetivos básicos. Es imperdonable que se haya llegado a la treintena de agentes detenidos o imputados en causas judiciales. El agente local necesita reconciliarse con su profesión y con el ciudadano para proporcionarle garantías de seguridad, de ayuda, y, en su caso, de denuncia y corrección de actitudes incívicas o ilegales.

Es un gran reto el que tienen que afrontar los nuevos gestores políticos del Ayuntamiento de Palma. Si aciertan en sus decisiones habrán hecho un servicio impagable a la ciudad porque la herencia recibida es impresentable, con especial responsabilidad de cargos públicos que instaron, ampararon o toleraron una orientación autoritaria de la Policía Local que llevó a comportamientos propios de países donde la corrupción y las "mordidas" forman parte del día a día.

Y son los propios policías que padecieron desde su comportamiento honesto esta etapa negra quienes deben dar un paso al frente para recuperar la imagen y la dignidad de un cuerpo imprescindible para nuestra vida social.