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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

El destino fatal

La economía china se desacelera y yo todavía no me he puesto la vacuna de la gripe (¿asiática?). Fui a la farmacia y vi un cartel escrito de cualquier forma en el que anunciaban que disponían de vacunas. Deben de dejar bastante margen; si no, no se entiende que las anuncien al modo en el que en las carnicerías anuncian las criadillas. Pregunté si estaban de oferta y me miraron raro. Si utilizan las técnicas de venta del super, podrían crear también islas de pérdidas. Se trataría de regalar prácticamente las vacunas para que te hincharas a comprar antibióticos. Creo que lo hacen en algunos establecimientos con los libros de texto, que curan la ignorancia.

Pregunté al farmacéutico si la gripe, este año, venía de China, como el desacelerón económico.

-No sabría decirle -dijo-, ¿quiere o no quiere la vacuna?

Inquirí si me la podían poner allí mismo y dijo que no, que ellos se limitaban a venderla. Significaba que tenía que buscar a un practicante que a lo mejor quedaba lejos y en el camino la vacuna se estropeaba. Por lo visto hay que guardarla en la nevera, entre uno y cinco grados centígrados. Si no, los bichos, que están medio muertos, reviven del todo y te da una reacción del carajo, signifique lo que signifique carajo. Total, que no me la llevé y el farmacéutico me puso mala cara.

Volví a casa pensando en el asunto de la economía china. Por la radio, mientras la taza de té daba vueltas obsesivamente dentro del microondas, un experto aseguraba que el mundo ya no sería nunca más como antes. Por “antes” quería decir antes de la crisis. Nos tendríamos que acostumbrar a los trabajos precarios, a los salarios bajos y a la pobreza crónica. Hablaba de la economía como los meteorólogos hablan del tiempo o los griegos antiguos del destino fatal. Nadie le contradijo. Me pregunté si las vacunas las fabricaban en Asia, como las Adidas. En esto, entró mi mujer en la cocina y quiso saber si había leído lo de la desaceleración de la economía china, que le recordaba a la de la española en la última época de Zapatero. Le dije que me había resultado imposible porque tenía que vacunarme de la gripe y no entendió la relación entre una cosa y la otra. Le aclaré que todo está oscuramente unido y me quemé la lengua con el té.

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