Una reciente viñeta de El Roto compendia mejor que cualquier sesudo ensayo la frustración que nos embarga a muchos ciudadanos que hemos asistido a los retoques que ha experimentado la educación en España en la última legislatura: sobre el dibujo de un muchacho que recibe con el capote la embestida de un colega armado con un libro, se puede leer: "en el cole nos han sustituido la educación cívica por educación para la tauromaquia".
En efecto, éste es el cambio central promovido por este gobierno, que además ha devuelto la religión a la escuela, ha facilitado la salida temprana de los menos espabilados hacia la formación profesional y ha reducido a cero los estudios de humanidades en una ley que se llama de "mejora de la educación". Ironías de la vida.
La educación hace ciudadanos, obviamente, pero además contribuye de modo decisivo a mejorar la calidad de la política y a incrementar la productividad. Y pese a ello, los sucesivos gobiernos no la han enfatizado suficientemente (el actual no la ha enfatizado en absoluto). Con lo que surge la duda de si el poder, cualquier poder, quiere realmente generar conciencia crítica, que lo pondría inexorablemente en discusión.
