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Antonio Tarabini

Podemos morir de éxito

Un comentario reciente del Nobel de Economía me animó a escribir estas líneas. Agnus Deaton afirma que el diagnóstico acerca de una determinada realidad económica y las consiguientes medidas de mejora no pueden centrarse únicamente en la opinión de economistas, por muy ilustres que sean; es preciso contar también con otros profesionales tales como sociólogos, demógrafos, geógrafos... El motivo es sencillo: la realidad no se reduce, o no debería reducirse, a la macroeconomía, a los grandes números, a los datos, a los índices genéricos (crecimiento económico, PIB, población activa, paro...). Tales cifras macroeconómicas, aun siendo importantes, deben complementarse con la microeconomía que refleja las realidades concretas, a colectivos y personas con cara y ojos. Y voy al grano.

Todas y cada una de las cifras e índices que reflejan nuestra realidad macroeconómica son exitosas. Nuestro sector turístico, entorno al 45% de nuestro PIB, ha obtenido muy buenos resultados durante la temporada alta que acaba de concluir. Se consolida y incluso aumenta el número de visitantes (incluidos los cruceristas), la rentabilidad empresarial (especialmente de los alojamientos turísticos) ha resultado satisfactoria, se ha creado empleo, las inversiones siguen vivas y en aumento (nuevos establecimiento, ampliación y/o reconversión de los existentes, cierta prolongación de la temporada alta...). Pero tales datos macroeconómicos no tienen reflejo en la microeconomía, en nuestra vida cotidiana.

Los visitantes se concentran en escasos meses, llegando a situaciones cuanto menos preocupantes. Durante el pasado mes de julio llegaron a nuestra comunidad 2.512.757 turistas, un 3,21% más que en 2014. El pasado 28 de julio había en Balears 1.962.738 personas, es decir 858.779 más, un 77,8% más, que la población censada (1.103.959 residentes). Lo que supone una carga demográfica que repercute en un "uso" (y abuso) masivo y simultáneo de áreas sensibles de nuestro territorio, la necesidad de mayores infraestructuras, depuradoras, generación de residuos y energía... además de la redimensión de equipamientos y servicios públicos y privados. De hecho, la Presión Humana ha causado graves problemas en la saturación de las depuradoras o las desaladoras y también de nuestras carreteras, playas, espacios públicos...

Mientras, la estacionalidad sigue siendo asignatura pendiente: la actividad turística, nuestra base económica, se concentra en seis meses intensos. ¿Alguien puede considerar que sea sostenible un modelo económico que permanece inactivo (léase cerrado) la mayor parte del año? La mayoría de empresas turísticas (no sólo alojamientos) permanecen inactivas, y más de 100.000 personas están sin trabajo (con prestaciones o no). Prolongar de modo significativo la temporada turística sigue siendo un desiderátum. Algunas iniciativas, haberlas haylas, pero continuamos sin definir, ni comercializar un pack propio y diversificado orientado a determinados segmentos de mercado. Fortalezas, posibilidades, las hay: actividades deportivas y de ocio, rutas en áreas de valor paisajístico y medio ambiental, gastronomía, acceso a actividades culturales... Y, sobretodo, definir Palma como destino turístico clave en temporada baja. En cualquier caso es imprescindible plantearse seriamente el desarrollo de otras actividades productivas de carácter no estacional. La apuesta por la innovación (e incluso de I+D+i) no tiene porque ser una utopía, y debería incluir repensar y potenciar el Parc Bit, implicando a nuestra UIB, sin olvidar otras potencialidades, como la industria náutica, que ya tiene una presencia muy notable básicamente por iniciativas empresariales y profesionales extranjeras.

La presidenta de la Federación de Hoteleros (FEHM), Inma Benito, afirmaba hace escasos días: "Parte de nuestro éxito es prestado, es vulnerable". Se refería a los riesgos del impuesto turístico, pero la tal afirmación también podría aplicarse a la vulnerabilidad a medio y largo plazo de ciertos planteamientos empresariales. Sin duda tenemos una masa crítica empresarial activa, con planteamientos estratégicos a medio y largo plazo pero, ojalá sea un error de percepción, sigue presente una visión empresarial cortoplacista.

Y como conclusión reproduzco parte de un artículo escrito por Antón Costas, presidente del Cercle d'Economia de Barcelona: "Hay que dar un giro a las políticas empresariales, virar el rumbo desde la rentabilidad hacia la productividad. Las devaluaciones empresariales, las subvenciones, las rebajas de impuestos, la desregulación laboral van orientadas sólo a la rentabilidad. Si ponemos el foco en la productividad veremos más clara la necesidad de priorizar la educación, la formación, la inversión, y el I+D". El querer basar nuestra rentabilidad en mano de obra intensiva y de escasa formación, es pan para hoy y hambre para mañana. Atención, podemos morir de éxito.

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