Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Colisión entre poderes

Los politólogos modernos han sustituido el concepto estricto de división de poderes, acuñado por Montesquieu para caracterizar el sistema democrático, por el de cooperación entre poderes. En un sistema parlamentario, los tres grandes poderes no está aislados sino que guardan entre sí un sistema estricto de relaciones de cooperación que da primacía al poder legislativo, que es la residencia de la soberanía popular, pero que no elimina el sistema de frenos y contrapesos checks and balances que garantiza el correcto y equilibrado funcionamiento del sistema.

En nuestro ya dilatado trayecto democrático, las relaciones entre el poder judicial y los otros dos poderes, ejecutivo y legislativo, han tenido claroscuros, con lagunas que han producido daños al desenvolvimiento del sistema. En concreto, no está resuelta la fórmula de elección del Consejo General del Poder Judicial, ya que la aplicación sistemática del sistema de cupos ha generado vínculos impropios entre jueces y partidos políticos; tampoco se ha conseguido imbricar correctamente al ministerio fiscal en el modelo, ya que la acusación pública no ha logrado establecerse en el pantano que media entre la independencia y la dependencia del Ejecutivo; el Tribunal Constitucional (TC) no ha conseguido prestigiarse y algunas de sus actuaciones atentan contra la lógica interna del sistema constitucional; finalmente, el establishment político no ha sido capaz de prescindir del recurso a los tribunales a la hora de dirimir conflictos específicamente políticos.

El conflicto catalán tiene un padre bien caracterizado, que es el nacionalismo radical de un sector sociopolítico que busca exclusivamente su propio interés, enmarañado con oscuros episodios de corrupción. Pero en el desarrollo del problema han intervenido, están interviniendo, desajustes del propio sistema, en forma de colisión entre poderes. El más notorio fue la pintoresca desnaturalización por el TC de un estatuto de autonomía que había sido refrendado por la cámara parlamentaria catalana, por el Parlamento español y por la ciudadanía de Cataluña, por un error evidente de diseño institucional que el propio TC no fue capaz de corregir (estaba cantado el conflicto político que produciría la desautorización de un pacto ya refrendado por los ciudadanos). Es claro que aquel marco jurídico emanado de la reforma estatutaria no era funcional y que las objeciones de constitucionalidad debieron haber sido subsanadas antes del refrendo popular. Y lo es asimismo que el TC debió modificar la secuencia a priori, o abstenerse en su caso de enmendar al cuerpo electoral, que, aunque no era en este caso titular de la soberanía, debió haber tenido la última palabra.

Pero no acaban aquí los errores: el "proceso participativo" del 9N ha dado lugar a manipulaciones diversas de la Justicia. El nacionalismo se saltó entonces la prohibición dictada por el TC, algo evidentemente reprobable, pero el Gobierno presionó ostensiblemente sobre los fiscales para que se querellaran contra Mas y sus consejeros por un presunto y más que dudoso delito de desobediencia (como es conocido, para que exista este delito son necesarias ciertas condiciones tasadas que parecen no concurrir en este caso), provocando incluso la dimisión del fiscal general del Estado.

Y para cerrar este círculo ominoso, el gobierno en funciones de Cataluña, en un alarde de victimismo, está presionando en la calle contra los jueces del Tribunal Superior de Cataluña que no hacen más que cumplir con su deber de citar a los acusados para tomarles declaración, llegándose a establecer un parangón histriónico entre Mas y Companys por una mera coincidencia cronológica. Los jueces tienen bastante que decir en este asunto y en todos los colindantes con el desmán nacionalista, pero en pro de la ecuanimidad es necesario que los políticos se recluyan en el papel que les corresponde, evitando con valentía la judicialización inconveniente o innecesaria y sin traspasar los límites de su estricto papel.

Compartir el artículo

stats