Francina Armengol y Biel Barceló, presidenta y vicepresidente del Govern, Alberto Jarabo, líder de Podemos, distintos consejeros y unos cuantos diputados se fundieron el pasado martes en una danza bastante tribal y dudosamente armónica al son de los Xeremiers des Prat y de Los estupendos burruños. Celebraban la derogación de la ley de símbolos la "ley mordaza balear", en su denominación, y con ella la recuperación de la libertad de expresión perdida.

La ley de Símbolos ahora derogada era una ley defectuosa. Junto a preceptos estrictamente dedicados a describir banderas y escudos, y el protocolo adecuado para su utilización, convivían continuadas admoniciones sobre la responsabilidad de los funcionarios e incluso apelaciones a la protección de la infancia y los derechos del niño. Un extraterrestre que cayera en Balears y la leyera se daría cuenta de que algo anormal estaba pasando.

En opinión del consejero Marc Pons la derogación es "un hito en favor de la libertad de expresión y en defensa de la lengua, la cultura y la educación de las islas". ¿De la libertad de expresión? ¿De la educación? Unos minutos antes de la danza, en el interior del Parlament, la diputada de Ciudadanos Olga Ballester había proporcionado el testimonio de dos niños sobre esa libertad de expresión y esa educación por las que después bailarían los miembros del Govern. En el relato aparecen profesores con camisetas verdes y lazos cuatribarrados, algunos de ellos con las bocas tapadas por senyeras simbolizando mordazas. Se ven cuadros de la anterior consejera de educación colgados, como si de una misa negra o una ceremonia de vudú se tratase, boca abajo. En una escena que presenta a la nueva formación del espíritu nacional catalanista, por supuesto los niños son reunidos en un patio y sometidos a las proclamas nacionalistas de rigor, con las puertas cerradas para que no escapen. Mientras tanto, de las paredes de los centros cuelgan carteles: en uno se corta a un infortunado una lengua cuatribarrada; en otro una diana ensangrentada muestra en su centro el nombre de una editorial que se ha atrevido a ignorar los designios nacionalistas; en un tercero se puede leer: "Si quieres ser atendido en catalán, pulsa 1; si quieres ser atendido en castellano, lárgate".

La ley de símbolos era innecesaria, pero no porque la situación no fuera anormal y grave, sino porque ya existen cauces legales para corregirla: desde la Constitución hasta el Estatut de autonomía, pasando por el estatuto básico del empleado público y la ley de la función pública, exigen la neutralidad e imparcialidad de los funcionarios, y velan por la protección de la infancia. Ni siquiera los diputados del PP, que la habían aprobado menos de dos años atrás, se animaron a defenderla.

Ante el relato de Olga Ballester los diputados presentes no habían alzado la voz, pues sabían que era veraz, algo absolutamente habitual en centros en los que docentes profundamente ideologizados juegan con las emociones de los niños y las inquietudes de los padres. ¿Les parece a ustedes normal?, preguntó Ballester, y respondió el silencio. Pero luego quedó claro que sí les parece normal. E incluso digno de un baile.

* Candidato de Ciudadanos por Balears al Congreso de los Diputados